Inteligencia EmocionalNoticias

No Te Compares

By 30 septiembre, 2021 No Comments

No Te Compares

No te compares

No te compares. Debe ser el consejo que más he dado en mi vida. Es algo que repito constantemente a mis clientes, amigos, familiares y extraños con tendencia a contarme su historia. Estos últimos por alguna mágica razón son legión y los adoro.

 

Por si tú no lo has escuchado lo suficiente o por si, habiéndolo hecho sigues sin interiorizarlo y continúas comparándote con otros, aquí te voy a contar por qué es fundamental que no te compares.  

 

No te compares, observa.

 

comparacón

Observarnos con relación a otros nos permite conocernos y aprender.

Lo primero que necesitas es normalizar la comparación como algo inevitablemente humano. Desde niños todos caemos en comparaciones, es parte de aprender a diferenciarnos de los otros y construir nuestra identidad. Compararnos en sí mismo no es bueno ni malo. Estamos hechos para vivir en sociedad. De modo que, es sano observar a otros, ¿cómo podríamos conocerlos si no? Y sin conocerlos a ellos no podríamos conocernos a nosotros mismos.

 

Observando a los otros nos damos cuenta de aquello que nos mueve, conmueve, despierta admiración y deseo, nos gusta, nos asusta, causa envidia, coraje, indignación, rabia. Esto nos va dando pistas sobre nuestros intereses, fortalezas, áreas de mejora y límites. Viendo lo que otros son capaces de lograr, se abren puertas para nosotros, ampliamos nuestras posibilidades. Aprendemos por imitación y con el ejemplo más que con explicaciones.

 

Conocer nuestro rostro sólo es posible utilizando un espejo. Es imposible saber cómo me veo sin salir de mí. Con nuestra personalidad sucede lo mismo. Para saber cómo soy, necesito darme cuenta de cómo influyen y afectan mis actos a otras personas. Una de las cuestiones, por no decir LA cuestión más importante que deberíamos resolver en nuestra vida para tener éxito profesional y relacional es: qué es aquello que yo puedo ofrecer a los demás mejor que otros. ¿Qué es lo más importante que tengo para dar? 

 

Para responder necesitamos escuchar nuestra voz interior, pero para asegurarnos no vivir en una cámara de eco sino en la realidad, es preciso que sean esos otros quienes nos confirmen que somos como creemos ser, vamos por el camino correcto -pues hay gente beneficiándose de lo que hacemos y a la vez nosotros estamos bien-, y estamos bien acompañados en relaciones recíprocas.

 

Observa, no te compares.

 

Hemos dicho que es normal compararnos y que es incluso bueno hacerlo para conocernos y construir relaciones sanas basadas en la reciprocidad. El problema reside en que ese acto es normalmente inconsciente y tendiente a hacernos sentir mal. La próxima vez que te sorprendas comparándote con alguien más, te invito a hacer una pausa y darte cuenta de dónde surgió esa necesidad. ¿Cuál fue el diálogo interno que iniciaste y cómo te hizo sentir?

 

Apostaría (y jamás apuesto) que te comparaste de la nada, comenzaste a machacarte con todo lo que otros tienen o hacen bien y tú no, y -evidentemente- generaste emociones negativas. El 99% de la veces que te comparas terminas sintiéndote mal y haciéndote menos. Esto sucede porque normalmente no te comparas por nada. Cuando te sientes bien contigo no lo haces.

 

Si sabes quién eres, qué quieres, sientes que tu entorno te respeta, valora y ama, tienes verdaderamente el foco en construir la vida que deseas y disfrutar del proceso. No gastas tu energía en ver qué hacen los demás para medirte con ellos. Una persona feliz, me refiero con un corazón alegre, apoya y celebra los éxitos ajenos. No te compares, observa y aprende de y con otros. 

 

no te compares

Te comparas porque te sientes mal y terminas peor.

 

Cuando nos comparamos es generalmente porque dudamos de nuestro propio valor y buscamos convencernos de que somos suficiente. Dime en qué te comparas y te diré dónde tienes que trabajar para mejorar tu autoestima. 

 

No te compares, ni compares.

 

No te compares, seguramente es algo que te decían tus padres y maestros desde niño. Ya de pequeños comenzamos a preguntarnos ¿soy una persona alta o baja?, ¿gorda o flaca?, ¿rápida o lenta?, ¿lista o tonta?,¿guapa o fea?, y las respuestas las obtenemos mediante la comparación con otros. Como decíamos al principio, es parte del proceso de irnos conociendo a nosotros mismos y forjando una identidad propia.

 

Hacerlo en principio no nos daña, sobre todo cuando el entorno nos ayuda a aceptarnos como somos. La comparación propiamente dicha, la que se realiza para dividir (ganadores/perdedores) mina nuestra autoestima, precisamente porque lo que refuerza son las carencias de uno frente a las fortalezas de otro. Hoy sabemos que una de las peores cosas que podemos hacer los padres es comparar a los hermanos.

 

Así que no te compares, pero tampoco compares a otros. Cuando comparamos a otros les enviamos el mensaje de que hay alguien mejor. Quizá creemos que es una forma de motivarlos a ser mejores, pero en realidad lo que entienden es que son peores. Es decir, no son suficiente para nosotros tal y como son. Esto destruye el amor, no sólo el propio, también una relación.

 

no compares

Nuestra esencia es única e incomparable.

 

Comparar personas es como comparar un delfín y un caballo, el mar y la montaña, la noche y el día, el olor de pan recién horneado y el de tierra mojada. ¿Qué es mejor? No podemos decirlo objetivamente porque no son cosas comparables. Podemos decir que nos gusta más, pero sería injusto decir que una cosa es mejor o peor que otra con base en nuestras preferencias.

 

Piensa en las personas como si fueran flores o frutas, cada una tiene una esencia propia que es por definición incomparable por ser única. No las compares y no te compares.

El dilema de las redes.

 

Compararnos con otros -hemos dicho- es algo que hacemos desde que tenemos conciencia de nosotros mismos. Hoy con las redes sociales las comparaciones alcanzan niveles que ponen en peligro nuestra salud mental. Hay que estar muy bien para que no nos afecten.

 

Esto se debe a dos motivos principalmente. Por un lado, a que las redes han borrado la distancia entre celebrities y el resto de nosotros. A nadie se nos hubiera ocurrido hace unas décadas compararnos con Kate Moss o Brad Pitt, porque comprendíamos que ellos eran como de otra galaxia. El fenómeno de los influencers y de la corriente de pensamiento predominante, nos hace creer que hoy cualquiera con un garage y un ordenador puede ser otro Steve Jobs y vemos gente haciéndose famosa por nada y pensamos: podría ser yo. De hecho, en muchos trabajos y entornos ya se espera que lo seamos, antes de contratarnos.

 

no te compares

Hoy nos comparamos con influencers porque las redes hacen creer que todos podemos ser una celebridad.

 

Por otro lado, ahora estamos en conectados con gente que de otro modo nunca hubiéramos conocido o vuelto a tener contacto con ellas y nos muestran cada detalle de su vida perfectamente editado. No critico esto. Pienso en los álbumes fotográficos que hacíamos antes y siempre tengo intención hacer y nunca hago, donde obviamente elegía las mejores para conservar y mostrar. Ya hablaremos de ello. El punto es que, de pronto sabes cómo se ve la cocina hasta de la chica que iba contigo en quinto y te preocupa que la tuya no sea tan ideal.

 

Quiero decir que: cuestiones a las que jamás les habrías dado demasiada importancia, de pronto tienen la capacidad de deprimirte si dejas que se salgan de control.

 

redes sociales

¿Qué te motiva a saber de la vida de los demás o a hacer pública la tuya?

Las redes surgieron como una forma de observar a los demás: conocerlos, aprender de ellos y conectar. Bien utilizadas lo consiguen. Hoy tenemos la posibilidad de contactar con personas a quienes admiramos, con quienes nos gustaría entablar una relación profesional o de amistad e incluso pareja, aunque vivan en otro continente o se muevan en círculos a los que, de otro modo, difícilmente tendríamos acceso. ¿Quién no aprendió -o al menos lo intentó- algo nuevo durante el confinamiento gracias a Youtube o Tik Tok?

 

El problema con las redes es que haya mucho Tic y poco Tok, o que todo esto se convierta en tics y tocs. 🙂

 

Debe haber equilibrio y conciencia de las repercusiones que su uso tiene en nuestra salud mental. Si nuestra autoestima está sana y usamos las redes con un propósito determinado y bueno (aunque sólo sea como entretenimiento) podemos obtener grandes resultados. Si por el contrario tu autoestima no está bien, es fácil caer en un círculo vicioso donde entres a las redes en busca de aprobación y sentimiento de pertenencia y acabes comparándote y sintiéndote insuficiente. Antes de entrar hazte unas preguntas:

 

  1. ¿Cómo me siento? Nota las sensaciones en tu cuerpo y dales nombre.
  2. ¿Qué estoy pensando? Es bueno preguntarte esto para romper con dinámica de entrar en automático. Acuérdate que las comparaciones parecen surgir de la nada.
  3. ¿Hay alguna emoción, sentimiento o pensamiento que quiero evitar? Esto ayuda a saber si estás usándolas como una manera de evadir algo importante y sobre lo que esas comparaciones quieren alertarte por la mala.
  4. ¿Qué busco? ¿Hay una forma de encontrarlo que me vaya a servir más? Por ejemplo, si lo que quieres es sentirte en conexión con otros, quizá sea mejor llamar a un amigo.

 

En redes o fuera de ellas, no te compares. Recuerda que cada uno tenemos una esencia y una historia personal que hace de nuestros caminos algo único y por lo mismo incomparable. Eres suficiente y estás donde tienes que estar. Deja de preocuparte por lo que te falta y comienza a preguntarte qué puedes hacer con lo que hay.

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.