
¿Procrastinas? Bienvenido al club. 🙂 Este artículo debió publicarse hace semanas.
No procrastinas por falta de tiempo o ganas. Tampoco por no saber bien qué quieres o cómo hacerlo.
Yo sabía lo que quería contar, pues sincrónicamente muchos me han buscado los últimos meses para tratar este tema. La gestión del tiempo es algo que domino, tenía tiempo de sobra y ganas de hablar de ello. Aún así procrastine. Por eso créeme cuando te digo que: no procrastinas por falta de tiempo o ganas.
Mucho se ha escrito sobre la procrastinación. Cualquier búsqueda en Google arroja un buen número de artículos donde se habla de técnicas y herramientas, incluso programas informáticos y apps para vencerla. El problema es que la mayoría no funcionan. Esto se debe a que se centran en la administración del tiempo o en motivarnos. La teoría te la sabes seguro tan bien como yo. Y también sabes que, cuando algo es realmente urgente, nos fascina o verdaderamente estamos comprometidos con ello, encontramos el hueco en la agenda y lo hacemos.

Siempre encuentras tiempo para lo que realmente te interesa.
Por eso no voy a repetir aquí los mismos consejos de siempre. Habrás escuchado miles de veces ya que un gran objetivo es mejor partirlo en otros más pequeños. Que despertarte una hora antes, meditar, hacer tu cama, ejercicio… ayuda a comenzar el día con un sentimiento de ser productivo que ayuda a estar motivado el resto de la jornada. Todo esto viene bien cuando lo que necesitamos es aprender a gestionar mejor nuestro tiempo, pero cuando hablamos de procrastinación la solución hay que buscarla en otro sitio.
Procrastinar no es problema de tiempo o ganas.
Piensa en algo que hace tiempo, meses o quizá años, quieres hacer y por alguna extraña razón no haces. Estoy convencida que:
a) Sabes lo que quieres. Aunque sea en el fondo-fondo, lo sabes.
b) Tienes bastante claro los pasos para conseguirlo.
c) Piensas en ello obsesivamente con frecuencia, y sientes que realmente lo deseas. Seguramente cambiaría tu vida para bien.
d) Por muy ocupada que esté tu agenda, si esto es importante y en verdad lo quieres, puedes hacer el espacio necesario.
¿Entonces, por qué no lo haces? Eso mismo quisiera saber yo Mariana, por eso estoy leyendo esto. Paciencia, vamos a ello.
Muchas veces, en vez de hacer lo que debemos/queremos/necesitamos nos auto-engañamos de forma inconsciente y sutil, auto-imponiéndonos alguna tarea sumamente urgente y de vital importancia como: hacer limpia de armario, reordenar nuestra biblioteca, dejar la casa como patena, o investigar (aunque llevemos meses y años recabando información) para estar mejor preparados. Terminamos desperdiciando invirtiendo más tiempo en ello del que hubiera tomado dar cuando menos un paso en el sentido de nuestro verdadero objetivo.
Procrastinar es adictivo.
Cuando nos inventamos tareas urgentes y aparentemente importantes como excusa, nos decimos a nosotros mismos que estamos siendo productivos.
No estás dejando de escribir esa novela pendiente por estar tirado en el sofá chutándote un maratón de Netflix, estás cocinando para toda la semana porque es importante comer sano, y así además vas a ahorrar tiempo y dinero. ¡Ajá! Vas a ponerte a vender tus productos en línea con seriedad y constancia, para conseguir tu independencia financiera en vez de soñar con ella, pero no puedes concentrarte como te gustaría hasta no saber si el chico que te gusta va en serio, así que antes mejor quedas con él y lo aclaras. O te apuntas al undécimo curso de emprendimiento.

Nos auto-engañamos con tareas urgentes para justificar la procrastinación de lo importante.
No procrastinas por falta de tiempo o ganas. Al estar frente a algo que nos ilusiona, además de deseo nos sentimos vulnerables. Contraintuitivamente mientras más queramos algo mayor será nuestra tendencia a procrastinar.
Cuanto más queremos algo y más capacidad tiene de impactar nuestra vida, aunque sea para mejorarla, mayor será nuestra vulnerabilidad ante ello y por tanto podemos interpretarla como miedo o ansiedad.
¿Te gusta pero te asusta?
Evitar el miedo o incomodidad que te supone una acción, engañándote con otra que te ayuda a justificarte, te genera una sensación de bienestar. Así es como se forma el ciclo adictivo de la procrastinación.
El primer paso para romperlo y acercarte a tu meta es tomar conciencia de que estás en él.
Procrastinar es un problema de gestión emocional.
¿No te parece raro que si hay algo que dices que te mueres de ganas por hacer o tener (o tienes claro que debes hacer porque las consecuencias de no hacerlo son chungas), no lo hagas?
Si procrastinar no es un problema de tiempo y tienes ganas, ¿qué te lo impide?
Tu cuerpo. Por el cortisol que secreta justo cuando estás por actuar y las hormonas de bienestar que se generan cuando consigues evitar lo que tu cerebro interpreta como peligro. Cada vez que vas a dar el paso hacia aquello que puede hacerte realmente feliz, amado, exitoso tu cuerpo entra en estado de estrés, al posponer produce oxitocina, serotonina, endorfinas y/o dopamina y sientes alivio, confort y puede que hasta euforia.
La buena noticia es que es señal de que tu cerebro funciona. Está programado para tu supervivencia y tiende a confundir vulnerabilidad con amenaza. Ahí te va el ejemplo más claro:
Nada causa mayor temor que alguien que despierta en nosotros un amor profundo. Ante ellos estamos desarmados, por eso la mayoría huye de su gran amor y termina con alguien que le haga sentir emociones menos intensas.

Cuanto más deseas algo más intensas serán las emociones que te provoca. Por eso lo procrastinas o no llegas nunca a hacerlo.
Aquello que queremos, sea lo que sea, nos despierta emociones intensas que pueden considerarse negativas tipo miedo, inseguridad o angustia, pero también el amor, felicidad, éxito y hasta la paz pueden sentirse como desbordantes. Sobre todo si no estamos acostumbrados a ello o nos conecta con una herida que no hemos terminado de sanar. Nos lleva a imaginar que no lo merecemos o que lo perderemos y nos sentiremos peor que si nunca hubiésemos ganado. El dolor de perder o no tener es familiar, la emoción de ganar y tener lo que deseamos es nueva y por tanto nos hace sentir vulnerables.
No procrastinas por falta de tiempo o ganas, necesitas aprender a gestionar mejor tus emociones.
Procrastinar es un mecanismo de defensa que a corto plazo te hace sentir bien.
Cuando entiendes lo que ocurre en tu cerebro y que la reacción de tu cuerpo cuando estás por dar el paso es totalmente involuntaria, es más fácil descartar esas emociones que suelen desembocar en mecanismos de huida, pelear o -incluso con mayor frecuencia- bloquearte y no hacer nada.

Cuando procrastinas te sientes bien a corto plazo, por eso es adictivo.
Hay que dejar estar esa sensación que nos quiere convencer de no actuar, sin darle importancia, como hacemos con los pensamientos al meditar, y sencillamente hacer lo que previamente habíamos decidido que haríamos.
Si decidiste desde tu inteligencia -y escuchando a tu corazón- que quieres hacer X, prepárate para que, cuando estés a punto, tu cuerpo se paralice, quieras salir corriendo o tu mente como ametralladora comience a lanzar excusas. Cuando eso pase, reconócelo como lo que es: un mecanismo de defensa del ego y confía en la parte de ti que tomó esa decisión cuando estabas en calma y con la cabeza fría.
Recuerda que tu mente es muy astuta y las actividades que te proponga para evitar que hagas lo que quieres serán tentadoras. Generalmente incluso buenas en sí mismas: deporte, leer, quedar con amigos, salir con tu pareja, sexo, limpiar, estudiar, ir a terapia, practicar, descansar. Todas ellas te harán sentir bien. El problema es que el bienestar será pasajero. Estás programado para buscar no perder y eso, si no se trabaja, desemboca evitar ganar para conservar una -por lo general- falsa seguridad.
El asunto pendiente seguirá ahí y cuanto más tiempo lo dejes estar más vulnerable te sentirás frente a ello, porque el mensaje que inconscientemente refuerzas es que no eres capaz o no lo mereces.
Como ocurre con otras adicciones, los niveles de cortisol (estrés) ante la tarea serán cada vez mayores, también el alivio por dejarlo para luego, pero el bienestar durará cada vez menos hasta que dejes de sentirlo. En los casos más graves, puedes terminar sin ganas de hacer nada y adoptando una actitud de apatía ante la propia vida que, si no se remedia, puede ser el inicio de una depresión.
Deja ya de procrastinar siguiendo estos consejos:
1) Identifica las emociones que aparecen cuando vas a actuar. Nómbralas con la mayor precisión posible. Puede ser útil recurrir a un diccionario de emociones. Nota en qué parte del cuerpo la sientes. Dale forma, color, temperatura. Si puedes también sabor, olor, sonido. Describe las sensaciones físicas. Esto te permite desidentificarte de ellas, darte cuenta que no eres lo que sientes como tampoco eres lo que piensas, y las vuelve manejables.
Eres tú quien tiene emociones no ellas a ti. No toda emoción es señal de que debes pasar a la acción. Haciendo esto recuperas el control para actuar, en lugar de reaccionar.
2) Mira si hay información importante. Puede ser que lo que quieres realmente te viene grande y necesitas comenzar por algo más pequeño. Si quieres correr un maratón comienzas corriendo unos pocos minutos. Si quieres un puesto muy alto, probablemente necesitas aceptar algo más bajo y subir poco a poco. Para crear una gran empresa tendrás que vender a pocas personas y crecer orgánicamente. Si lo que quieres es una relación de pareja con alguien especial, lo primero es quedar a tomar algo e irse conociendo, la intimidad no se construye en un día.
Tus emociones pueden indicar que efectivamente antes de tener lo que deseas hay algo que necesitas aprender o sanar. Sólo recuerda: nada ni nadie es perfecto. No se trata de entrenar hasta tener la certeza de que romperás el récord mundial para animarte a correr el maratón. Es corriendo el maratón como irás mejorando, aprendiendo y sanando.

Etiqueta tus emociones y las sensaciones físicas que provocan. ¿Tienen información válida?
3) Si las emociones surgen de la inseguridad, hay que validarlas y olvidarlas. Recuerda que evitando la vulnerabilidad es como te vuelves adicto a procrastinar. Ten en mente lo que deseas y cómo conseguirlo te hará sentir a largo plazo. Reconoce que el bienestar, amor, felicidad, tranquilidad, seguridad que obtendrás son inmensamente mayores y serán mucho más duraderos, que el alivio pasajero que conseguirás si evitas actuar.
4) Céntrate en el primer paso y ve la recompensa en darlo. Siente en tu cuerpo la seguridad y el orgullo que vendrán como consecuencia de atreverte a hacer algo difícil. Piensa en una forma de premiarte cuando lo des y celebra cada pequeña victoria.
5) Prepárate para hacer el ridículo, equivocarte o fallar. Y recuerda que no pasa nada por eso. Si se trata de algo nuevo, no esperes hacerlo genial o conseguirlo al primer intento. El objetivo de dar el primer paso es poner en marcha el proceso y comenzar el recorrido que, poco a poco, tras algunas caídas, obstáculos, curvas y dudas vayan fortaleciendo la confianza, acumulando certezas y llevándote a la meta.
Piensa en ello como una forma de ir aniquilando tu ego y convirtiéndote en mejor persona.
6) Recuerda que el resultado no depende de ti y tu tarea consiste en hacer aquello que sí depende de ti lo mejor posible. Y ese mejor posible será diferente cuando tengas más experiencia (para ganar los partidos no basta con entrenar, hay que jugar los partidos y nadie es capaz de ganarlos todos) y dependiendo como te sientas cada día.
No permitas que no sentirte al 100% sirva de excusa, si estás al 80%, 60% o 30% hazlo de todas maneras, aceptando que el resultado podrá ser menos bueno que si estuvieras a tope, pero que incluso un 10 o un 20 es mejor que cero. Y cuando estés al 100 y todo fluya bien toma nota de ello. Eso significa que, aquello que te dificulta hacerlo mejor cuando te sientes peor, son impedimentos reales.
No procrastinas por falta de tiempo o ganas, necesitas ordenar tus prioridades y gestionar las emociones que te impiden actuar.
7) Conviértelo en prioridad y hazlo. ¿Cuántas veces dejas para cuando hayas tachado de tu lista de quehaceres todos tus pendientes precisamente lo que más quieres? ¿Cuántas veces consigues hacer todo lo que hay en tu lista?

Eso tan importante que estás procrastinando debe ser tu prioridad.
Si hay algo que va a impactar para bien tu vida, que deseas tanto que no te dejará en paz hasta saber que hiciste todo lo que estaba en tus manos para conseguirlo -o sabes que tienes que hacerlo por la razón que sea y mientras continues evitándolo no podrás avanzar realmente, ni ahí ni en otros caminos-, necesitas plantearlo como prioridad. Debe ser lo más importante y urgente en tu lista. Lo primero que hagas antes de pasar a otros temas. Piensa que hacerlo es la forma más alta de autocuidado, de amor propio y de elevar tu autoestima.
No procrastinas por falta de tiempo o ganas, deja de acudir a tus mecanismos habituales de defensa dando el primer paso que te haga avanzar realmente hacia tu meta. Te sientas como te sientas.
Pase lo que pase, después de hacerlo te sentirás mejor.