
Lo mejor está por llegar. No, no es una frase hecha. Suena a cliché , pero no lo digo para motivarte. O no sólo.
Soy consciente de la gravedad de la situación que vivimos. La pandemia no tiene final a la vista y los efectos de la crisis económica recién se están haciendo notar. Vienen años difíciles para casi todos. Sin importar nuestra edad, en qué parte del mundo vivimos o a lo que nos dedicamos. Aún así, creo que lo mejor está por llegar.
Antes de decidir si me crees o no, vamos a hacer un repaso. Es fácil ver ahora el presente terrible y el futuro temible. Todos queríamos que 2019 terminara y ahora muchos querrían volver atrás. Por eso, antes de juzgar lo que está ocurriendo como bueno o malo, hay que saber qué filtros estamos usando para valorar.

¿Qué filtro estás usando?
¿De dónde venimos?
Cuando hay una crisis, después de una ruptura (y aquí ha habido una ruptura del status quo), es probable que al inicio sintamos miedo ante la incertidumbre: más vale pájaro en mano. Luego, lo normal es sentir cierto alivio. Especialmente si lo anterior no era muy bueno y necesitábamos un empujón para cambiar: no hay mal que por bien no venga. Después, constatamos que el cambio que buscamos no llega solo, no se produce de manera automática porque estemos obligados a cambiar. Tenemos que esforzarnos y el proceso será más lento y complicado de lo que creíamos. Entonces regresa la incertidumbre, porque la única certeza real es que había que cambiar, pero no estaba claro hacia dónde, o cómo, o cuándo. Y volvemos al miedo: más vale malo por conocido.
Lo anterior nos lleva a idealizar. A creer que: todo tiempo pasado fue mejor. ¿Por qué nos pasa esto? Porque somos malísimos para manejar la incertidumbre.
Mientras habitamos una realidad que no nos gusta, incluso nos daña, pero es familiar, nos volvemos expertos en justificar nuestra permanencia. Razonamos nuestras carencias e infelicidad. Nos convencemos que podría ser peor o que salir de ahí es más peligroso que quedarse. Todo con tal de evitar la responsabilidad de cambiar.
Lo mejor está por llegar: fantasía vs imaginación
La imaginación nos ayuda a visualizar opciones y con ello crear realidades alternativas en las que podemos aspirar a vivir, si nos comprometemos seriamente.
La fantasía no tiene esa ambición. Te saca de la realidad para evadirte y te coloca en un lugar desde el que nada puede cambiar.

Aprende a distinguir imaginación de fantasía
Para lograr el cambio que necesitas, primero es importante imaginar otros escenarios donde puedas interpretar nuevos papeles. Visualizarte actuando otro rol y observando cómo el resto de personajes se ven afectados por ello. Practicar mucho hasta sentirte cómodo y a partir de ahí dar el salto.
Mantén en mente que ese brinco te produce un subidón de adrenalina, al que pronto le corresponderá un bajón. Esto es normal. Todo lo que sube tiene que bajar. Cuando imaginas no existen límites, cuando trasladas eso a la realidad física, te topas con que en ella sí los hay. Caerte o enfrentar obstáculos es una buena señal de que estás avanzando.
Cuando sientas el impulso de dar marcha atrás, reconócelo por lo que es: parte de un proceso. Después ignóralo y recuerda: un paso atrás ni para coger vuelo. Piensa que, soportar ahora la incomodidad de la incertidumbre es el precio por transformar en realidad tu sueño. Confía en que lo mejor está por llegar.
Antes de la Pandemia
Resulta sencillo ver hacia atrás con mirada romántica. Al menos habían trabajos; los comercios abrían sin mayores restricciones; los niños asistían al colegio sin miedo; nos abrazábamos; salíamos de fiesta; utilizábamos el transporte público; viajábamos, etc.

Evita idealizar el pasado, lo mejor está por llegar
Cierto. También que esos trabajos cada vez eran más precarios y buena parte de ellos estaban ya en peligro de extinción como consecuencia de la automatización. Abrir un negocio era cuestión de valientes o locos y mantenerlo más de 5 años misión – estadísticamente – casi imposible. Los viajes comenzaron a ser otro tipo de fantasía, una forma de evadir por unos días la realidad, y de consumo: algo más que tachar del bucket list. Las altas tasas de depresión post vacacional o el famoso miedo dominguero lo constatan.
La comunicación en nuestras relaciones viene resintiéndose hace años, la gente se siente cada vez más sola aún estando acompañada. Cuando preguntaron al Cirujano General de Estados Unidos -en tiempos de Obama- por su mayor preocupación, no dijo el cáncer o la obesidad, dijo la soledad, que está matando un mayor número gente que ninguna enfermedad.
Como individuos, y también como sociedad, necesitamos aceptar la realidad en la que vivíamos antes de que un coronavirus pusiera nuestro mundo del revés. Algunos problemas: pobreza, desigualdad, hambre, corrupción, impunidad; educación y sanidad pública cada vez más deficientes; relaciones fallidas; niveles altísimos de estrés, burnout, ansiedad, depresión, suicidio; falta de incentivos para la creación de empresas y empleos; mala conciliación laboral; poca ayuda a la familia; un sistema en contra de la naturaleza, la persona, la Vida, donde a los mayores se les hace a un lado cuando dejan de ser productivos…
¿Verdad que, visto así es más fácil ver que lo mejor está por llegar?
¿Dónde estamos?
En el punto perfecto para resolver los problemas que se pueden resolver y disminuir los que no. ¿Cómo?Implicándonos en su solución.
No puedes resolver un problema que no estás dispuesto a tener.
Mientras pienses que no puedes hacer nada y no es tu tarea arreglar el mundo, nada cambiará y menos para ti. Sé el cambio que quieres ver. Nadie espera que tú cambies todo, sólo necesitas hacer tu parte.
Digamos que estamos en un momento en el que nuestra relación tóxica con el mundo se rompió. Es normal sentir miedo a lo que viene. Algo semejante a cuando, al romper con una pareja, tras cierta descarga inicial, nos inundan la tristeza y el miedo. ¿Y si no encuentro nunca más alguien que me quiera? ¿Si el amor que busco no existe? ¿Si lo que tenía era lo mejor a lo que podía aspirar y lo perdí? ¿Qué haré si no puedo recuperarlo? ¿Moriré, o peor, viviré el resto de mis días en soledad? Seguro te ha pasado, lo de ir de cabeza de un escenario catastrófico a otro inferior. Un abismo donde no conviene asomarse mucho, pues es fácil caer y difícil salir. Cuando lo logramos, atestiguamos que la mayoría de los miedos eran infundados e incluso ridículos.

Mantén los pies en la tierra, vives en el presente
En estos casos lo mejor es mantenerse anclados en el presente, con los pies en la realidad.
Tu mente siempre intentará llevarte al pasado para lamentarte o al futuro para preocuparte. El pasado está fijo, son hechos, atente a ellos para evitar idealizar. El futuro, por el contrario, es una abstracción y ahí el miedo acampa a sus anchas.
Te explicaba antes que en la mente no existen límites, por eso es indispensable identificar los peligros reales que necesitas enfrentar en el presente. Por muy grande que sea el reto, este tendrá los límites que le impone -también a él- la realidad.
Piensa: cuál es el primer paso que puedes dar para resolver la situación. Da ese primer paso y el resto del camino irá apareciendo. Repite como mantra mientras caminas: lo mejor está por llegar.
¿A dónde vamos? Lo mejor está por llegar.
La pregunta del millón. Nadie sabe la respuesta. Tenemos más opciones que nunca, eso genera un contexto sumamente incierto. Es imprescindible aprender a tomar decisiones con escasa información.
Aunque no sepas hacia dónde se dirige la sociedad o qué va a suceder con tu empleo, situación familiar, salud… puedes decidir qué va a pasar contigo.
La primera cuestión que debes plantearte es: voy a vivir esto como una víctima, instalado en la queja, el rencor y la crítica, ó, me hago responsable de llevar a cabo los cambios que sé que debo hacer en mi vida, aunque sea difícil y quizá no me apetezca.

Siempre eres libre para elegir tu actitud
Recuerda que eres libre precisamente porque puedes elegir actuar en contra de tus emociones.
No podemos controlar los sentimientos, pero somos responsables de lo que hacemos con ellos y de gestionar nuestro estado de ánimo.
Veo -por mi trabajo- mucha gente que teme a la responsabilidad porque la asocia a la culpa: Si soy responsable y sale mal es mi culpa.
Yo, amablemente, les recuerdo que también son responsables de no hacerse responsables. La diferencia es, que en este caso renuncian a todo su poder.
Cuando decides vivir como víctima, estás enviando a tu cerebro el mensaje de que eres impotente y este hará que actúes en consecuencia con esa creencia. Vivir en el miedo te obliga a vivir en la escasez y desde esa narrativa no eres capaz de generar bienestar para ti ni para otros.
Si vives esperando que ocurra lo peor, eso te vas a encontrar porque tu atención no será capaz de captar las oportunidades; tu falta de confianza provocará que las dejes pasar si las ves; y la parte de tu cerebro que se encarga de estimular la creatividad estará apagada.

¿Envenenada o deliciosa? Como veas esta manzana dice mucho de cómo ves tu futuro
Por el contrario, si te posicionas en el amor, la esperanza y la consciencia plena, pensarás que todo lo que ocurre es por tu bien. Tendrás el ánimo dispuesto para emprender, aprender y, sobre todo, para disfrutar el presente.
Acuérdate que cambiar el mundo comienza por cambiarte a ti. Si quieres un mundo más sostenible, comienza por hacer un consumo más ecológico. Si deseas mayor igualdad, empieza por no discriminar a nadie y ayudar a quienes puedas. Si te da miedo la soledad, no huyas del conflicto porque este es parte de toda relación íntima que valga la pena. Y siempre, siempre, lo mejor está por llegar.
Marianita que real todo lo que dices!!! Me llego al corazón y es totalmente responsabilidad de cada uno para salir adelante Chingon, sin quejas, viendo para adelante. Te queiro
¡Eso! Siempre hacia adelante. Mil gracias por leer y comentar. ?