
¿Cómo saber si eres víctima del fracaso defensivo?
- Dices que vas a hacer algo, ahora sí, y no lo haces. O sigues haciendo lo mismo que no funciona.
- Empiezas proyectos y los dejas a medias.
- Prometes cosas que luego no cumples.
- Sueñas muchas horas con un proyecto o relación que te ilusiona y dedicas poco tiempo a construirlo en la realidad.
- Ni tú entiendes por qué, si en verdad lo deseas, no pasas a la acción dándolo todo.
- Siempre hay algo o alguien que estropea tus planes.
- Cambias constantemente tus decisiones.
- Hay algo que quieres más que nada en el mundo y lo dejas en manos de otros.
- No tienes claro lo que quieres o cómo conseguirlo.
- Te convences de que tu sueño es imposible antes de intentarlo de verás.
Estas son algunas señales de que estás siendo víctima del fracaso defensivo. Cuántas más reflejen tu estado actual, mayor es el grado de defensa que estás aplicando.
El fracaso defensivo es un mecanismo para evitar a toda costa el fracaso real.
Ya sé. Suena un tanto extraño. Fracasar a posta para evitar una derrota. Es ilógico. Sin embargo, esa es la forma en la que operamos muchas más veces de las que nos damos cuenta. Damos vueltas preguntándonos por qué: ¿todo me sale mal?, ¿termina siempre igual?, ¿me falta energía?, ¿no consigo lo que quiero?
La respuesta es sencilla: estás en un ciclo de fracaso defensivo.
Cuando alguien está atrapado en ese patrón, tiene la sensación de que realmente sabe lo que quiere, lo expresa asertivamente, y asume la responsabilidad de poner todos los medios a su alcance para conseguir lo que desea.
La realidad suele ser muy diferente. Por eso, lo primero que hace falta para salir de ese ciclo es ser completamente honesto sobre cuáles son los hechos. Cuál es tu realidad.
Romper el ciclo de fracaso defensivo requiere decir la verdad y asumir responsabilidad.
Hace falta valor para mirarte con honestidad. Hazlo sin miedo. Se trata de un ejercicio que te permitirá liberarte para alcanzar tus sueños. Analiza tus circunstancias actuales poniendo el foco en tu comportamiento. Identifica qué decisiones tomaste (o dejaste de tomar, permitiendo que alguien más decidiera tu destino) para crear o mantener esa situación.
Cuando analizas lo que te mantiene de tropiezo en tropiezo, generalmente encuentras que el problema reside en una de las siguientes 4 causas, o, ¡peor! en todas ellas.
Primera: Piensas que el éxito es cuestión de talento.
Crees que la cantidad de éxito que se puede alcanzar es proporcional al talento que se tiene. Y que el talento, creatividad, habilidades y recursos son estáticos. O se tienen o no se tienen.
Cuando operas desde esta mentalidad, cualquier obstáculo o error que comentes basta para que tu mente decida que: no tienes lo que hace falta para triunfar. Con esta forma de pensar es fácil permanecer en un ciclo de fracaso defensivo.
La vida está llena de obstáculos y malas experiencias. Nadie está a salvo de tener fracasos, por mucho talento, recursos y buena suerte que tenga. Y cada vez que emprendas algo nuevo, tendrás mucho de ellos. Son parte del proceso. Tienes que aprender a verlos como señales de que estás avanzando. Míralos como lo que son: oportunidades para encontrar en ti recursos que no sabías que tenías. Esto es justamente lo que te hace crecer lo necesario para alcanzar tu meta.
El talento, sin un gran esfuerzo, no te llevará lejos.
Segunda: El cambio que necesitas cuestiona tu identidad.
Operamos según nuestras creencias más arraigadas. Una cosa es lo que creemos que creemos y otra lo que realmente creemos.
Nuestros actos operan según creencias de las que podemos no ser conscientes. De ahí que muchas veces te encuentres actuando “contra tu voluntad”. Por ejemplo: tienes el objetivo de comer sano todos los días, preparas la compra, te juras que esta vez sí vas a cuidarte, y te sorprendes cayendo nuevamente en el ciclo de ir a comer fuera lo primero que pilles. Siempre encuentras la excusa perfecta: falta de tiempo, quedaste con alguien, es parte de tu trabajo… Tu salud, imagen y bolsillo se resienten. ¿Te suena? Todos tenemos muchos ejemplos de esto.
También, es la razón por la cual entras abiertamente en situaciones que no te convienen, ignorando campantemente todas las señales que te advierten. (No hacen falta ejemplos. Sabes perfectamente a qué me refiero, ¿verdad? 🙂 )
¡Claro! Actúas automáticamente según tu sistema de creencias.
Si los cambios que necesitas hacer son grandes, puedes sentirlos como casos de vida o muerte.
Tu sistema de creencias se ha ido formando desde que naciste. Toma mayor fuerza durante la adolescencia y primeros años de edad adulta. Es cuando creas tu propia identidad.
Forjar nuestra identidad lleva mucho tiempo. Implica dolor, pérdidas y está ligada también a muchos de nuestros mejores momentos. Es lo que crees que eres. Por esta razón cualquier cosa que la cuestione se siente como amenaza.
Muchas veces no actuamos conforme debemos – y queremos – para conseguir lo que deseamos, porque hacerlo no se siente auténtico. Yo no soy así. Las personas como yo no hacen eso. Esto va en contra de lo que siempre he creído.
Tu sistema de creencias es como tu software. Después de un tiempo queda obsoleto y hay que actualizarlo. Algunas te sirven y hay que reforzarlas. Otras ya no se alinean con tus nuevos objetivos. Cuando esto ocurre te limitan, manteniéndote en el ciclo de fracaso defensivo. Para salir y alcanzarlos es imprescindible cambiarlas por creencias que te potencien.
Tercera: Realmente no lo quieres.
Dices que lo quieres, incluso crees que lo quieres, pero, no es verdad. O lo quieres por las razones equivocadas.
Si lo que te motiva a desear algo son factores externos es fácil caer en el fracaso defensivo. Para saber si es tu caso, conviene que te preguntes cuál es la motivación que se esconde tras tu objetivo. Te recomiendo escribir por qué es importante para ti eso. Cuando tengas la respuesta, pregúntatelo nuevamente y escribe otra vez la respuesta. Hazlo al menos 5 veces. Detente cuando ya no encuentres otra respuesta.
Asegúrate que tu motivación sea intrínseca. Es decir, que tu objetivo está alineado con tus valores y prioridades. Que conseguirlo te permite crear la identidad que deseas ahora. Aunque signifique dejar atrás varias cosas, incluso partes de ti.
Si quieres tener lo que nunca has tenido, tienes que actuar como nunca has actuado. Eso implica cambiarte a ti. No se trata de dejar de ser tú. Se trata de crecer, hasta convertirte en quien necesitas ser para honrar tu esencia, esforzándote por conseguir lo que quieres.
Cuarta: No tienes claro lo que quieres o cómo conseguirlo.
Tal vez, piensas que sabes bien lo que quieres. Probablemente, crees que entiendes lo que necesitas para conseguirlo. Puede ser que seas consciente del precio que hay que pagar (tiempo, dinero, compromiso, renuncias) y afirmes que quieres pagarlo. Sin embargo, si llevas mucho tiempo esforzándote en conseguirlo sin éxito, seguro te falta claridad.
Una señal inequívoca de esto es: si te pasas todo el día haciendo cosas y sientes que por mucho que te esfuerzas no logras llegar a tu meta. En estos casos, el problema suele ser que, se están llevando a cabo acciones que no son productivas, solo te cansan y te mantienen lejos de lo que deseas. La falta de tiempo esconde normalmente el fracaso defensivo. Cuando realmente queremos algo, lo hacemos prioridad y encontramos el tiempo, los recursos y la manera.
Una vez identificado, se puede romper el ciclo de fracaso defensivo.
Al tratarse de un patrón de conducta, las acciones que se emprenden cuando estás dentro de un ciclo de fracaso defensivo son inconscientes. No te das cuenta que estás actuando para evitar una derrota. Tu ego se defiende de una posible pérdida, rechazo, humillación, haciéndote creer que estás actuando para conseguir tu objetivo.
El primer paso es darte cuenta de ello. Analizar si tu enfoque es una mentalidad fija o de crecimiento. Aceptar que el talento no es algo estático, sino la capacidad para desarrollar – con tiempo y esfuerzo – una habilidad. Mirar hacia el futuro y decidir qué tipo de persona quieres ser. A partir de ahora, sin importar quién has sido antes. ¿Cuáles van a ser tus valores y prioridades?
El siguiente paso es definir tu objetivo. Cuanto más específico mejor. Debes asegurarte que está en línea con la persona en quien te quieres convertir cuando lo consigas. Eso te dará motivación intrínseca, necesaria para dar todos los pasos que hagan falta hasta alcanzar tu meta.
Para ello, es indispensable un buen plan de acción que te ayude a reconocer cuáles son esos pasos, trazando una estrategia óptima para darlos. Evitaras dar palos de ciego. Al centrarte en las acciones que te acercan a tu objetivo, ahorras tiempo y energía.
¿Qué ocurre al romperse el ciclo de fracaso defensivo?
Me encantaría decirte que, teniendo claro quién eres, tus objetivos y plan de acción, con talento y esfuerzo evitarás el fracaso. Prefiero siempre decirte la verdad: nada más lejos de la realidad.
¿Entonces para qué? Antes de que te entren ganas de lanzarme tu pantalla, déjame decirte por qué es lo mejor que te puede pasar.
Rompiendo el ciclo del fracaso defensivo, te das permiso de tener fracasos reales. Los primeros te alejan de quien quieres ser y de lo que deseas. Los segundos te convierten en ello y te dan oportunidad real de conseguir lo que quieres.
Duele, sí. Implica mucho trabajo, definitivamente. Con la misma verdad te digo: es lo que más merece la pena y mayor satisfacción te va a dar en tu vida.
Si sospechas que puede ser tu caso y necesitas apoyo, un proceso de Coaching puede ayudarte a identificar y romper el ciclo de fracaso defensivo. Encontrarás la motivación que necesitas para desarrollar tu talento y alcanzar tus objetivos, profesionales o personales.