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Deja De Compararte… Incluso Contigo

By 30 noviembre, 2021 No Comments

Deja De Compararte… Incluso Contigo

Deja de compararte

Deja de compararte. Lo hablamos en el artículo anterior que puedes leer pinchando aquí. Si lo leíste tendrás muy claro porqué es de vital importancia no compararte con nadie. Si todavía no lo lees, seguro te suena pues es un consejo escuchamos todos desde pequeños.

 

No repetiremos las mismas sugerencias. Quiero hablarte de otra cosa no menos importante, pero mucho menos escuchada y que, probablemente, ni siquiera has oído antes: deja de compararte se extiende a ti mismo.

 

¿Qué dices Mariana, cómo podría compararme conmigo? Lo mismo estás pensando que ahora sí se me ha ido la pinza. Te juro que no, al menos en esto no 🙂 , y si continúas leyendo muy pronto descubrirás que, no sólo es posible, sino que constantemente lo haces. ¿Cómo lo sé? No es que tenga una bola de cristal o pueda leer tu mente, es bastante probable que ni siquiera nos conozcamos, lo sé porque a todos nos pasa. De modo que, si eres un ser humano, tú también te comparas contigo.

 

Hay distintas maneras de compararnos con nosotros mismos. Ahora veremos las más comunes.

 

Compararte con una versión anterior de ti.

 

¿Has pensado recientemente cosas del tipo: por qué no puedo hacer esto si antes se me daba la mar de bien; ya no aguanto igual, no entiendo qué pasa; debería verme diferente (mientras desfilan por tu mente imágenes del pasado); mi relación con x ya no es lo que era? Deja de compararte con una versión de ti que, quizá ya no existe.

 

boxeo

¿Vas de justiciero imponiendo tu criterio o te sientes a la defensiva? La postpandemia está haciendo que la gente se tome todo de manera muy personal.

Los últimos meses varios clientes, amigos y personas con quienes inicio conversación por la calle, se muestran preocupados por cuestiones de este tipo. Lo primero que intento es darles un poco de paz. En el contexto actual, la mayoría hemos pasado largos periodos bastante aislados, bien sea solos o conviviendo con un núcleo de contactos extraordinariamente limitado. Esto necesariamente trastoca nuestra percepción. Volver a la realidad de ahí fuera, en ciertos casos se siente como si nos hubieran cambiado el escenario en el que acostumbrábamos actuar por un ring de boxeo. Hasta que no regresamos a un estado de calma es fácil ver el panorama negro. No quiero decir con ello que no existan problemas reales, o que los cambios que perciban sean una fantasía.

 

Muchas cosas han cambiado. Para todos. Ello incluye cambios en nuestro interior. Por supuesto, también en nuestro exterior, que los años pasan queridos míos, por más que algunos se empeñen (incomprensiblemente en mi opinión, pues lo malo sería dejar de cumplirlos y hasta ahora es la única alternativa), en negarlo. Todas las personas con las que convives o interactúas habitualmente (y las que no también) están viviendo un proceso similar, aunque los cambios que cada uno experimentamos y la forma de encajarlos sea única.

 

Lo anterior tiene como consecuencia que tus relaciones, para bien o para mal, se vean afectadas.

 

Deja de compararte con una versión de ti que pertenece al pasado.

 

Creo que la sincronicidad respecto al cambio que se ha dado en mi entorno, el cual, por cierto, también se ha visto modificado, no es casualidad. Aunque la nueva información sobre COVID, vacunas, dosis de refuerzo, alza en contagios, alerta por nuevas cepas como la de Sudáfrica, vuelta a las restricciones y confinamientos en varios países… llegan a hacernos sentir que esto no tendrá fin, lo cierto es que vivimos en una etapa postpandemia.

 

Deja de compararte y no compares a otros o a las circunstancias con tus recuerdos.

 

Independientemente de cómo se desarrolle en el futuro y de que pueda haber nuevas pandemias, lo cierto es que, la vuelta del verano (septiembre 2021) marcó el inicio del retorno a cierta normalidad. Lo que muchos no comprendieron, y algunos siguen sin hacerlo (como tampoco quieren otros -¿los mismos?- admitir el paso del tiempo), es que las cosas han cambiado.

 

Volver a la normalidad no significa volver a lo que había. Tenemos que adaptarnos o, mejor, crear nuevas formas de interactuar que reflejen lo que aprendimos el último año y medio.

 

Deja de compararte

Deja de lamentarte por lo que antes eras o hacías; céntrate en lo que eres y puedes lograr.

 

La gente volvió a los trabajos u oficinas, retomó amistades y el frecuentar actos sociales, culturales y deportivos, y lo hicieron como quien vuelve tras unos días de vacaciones. Esperando encontrar todo y a todos como antes de que nada de esto ocurriera. Recurrimos a este tipo de recursos como mecanismo de defensa, una suerte de pensamiento mágico que pretende eliminar las pérdidas acaecidas: si todo sigue igual, nada ha cambiado, por tanto, mi pérdida no es real. Otras veces es producto de la inconciencia, falta de reflexión o pensamiento crítico. La mayoría es provocada por miedo al cambio.

 

Deja de compararte. Requiere mucho valor y humildad reconocer que hemos cambiado, sobre todo cuando percibimos que no ha sido para bien. Es difícil aceptar el cambio en otros, particularmente cuando nos afecta directamente. En medio de tanta incertidumbre tememos perder nuestros anclajes. Sentimos que soltar es abandonarnos al naufragio, cuando lo cierto es que es la única manera de llegar a la otra orilla.

 

Deja de compararte con una versión idealizada de ti.

 

De niños todos imaginábamos cómo sería nuestra vida de mayores. Algunos lo hacían visualizando hasta el más mínimo detalle: cómo se verían físicamente, la ropa que utilizarían, el coche que conducirían para llegar al trabajo donde ejercerían x profesión, la casa a la que volverían en su barrio de siempre o en otro que supusiera un ascenso en su estatus o tener el estilo de vida que anhelaban entonces, puede que eso fuera en otra ciudad o país, las personas con quienes compartirían todo ello y hasta sus mascotas. Los menos pragmáticos y aquellos más kinestésicos que visuales, formularon una idea más vaga o basada en sensaciones: serían libres, se sentirían amados, fuertes, poderosas, definitivamente tendrían, acaso por primera vez, un sentimiento de pertenencia.

 

no te compares

Olvida la imagen de cómo serías a estas alturas y haz una lista de todos tus logros.

Esta idea de cómo debía ser nuestra vida y cómo seríamos nosotros se va modificando con la adolescencia y la llegada a la madurez. Sin embargo, consciente o inconscientemente, esa primera estampa queda grabada y si no hacemos el trabajo de desarrollo personal suficiente puede boicotearnos.

 

Compararte con la imagen que tenías de cómo sería tu vida es una de las formas más comunes de auto sabotaje.

 

Deja de intentar vivir la vida que creías y comienza a estar presente en la que verdaderamente vives.

 

Olvida ya cómo pensabas que ibas a ser cuando tenías 4, 10, 17, 33 años o los que tuvieras en marzo de 2020. Estamos en noviembre de 2021, ¿quién eres realmente hoy? Esa es la pregunta que necesitas responder. Deja de compararte, ni contigo, ya sea con una versión auténtica pero antigua de ti o con otra que ni siquiera ha llegado a existir.

 

Deja de compararte no significa quédate como estás.

 

¿Mariana y qué hago si no me gusta como soy o hay cosas en mi vida que quisiera cambiar? ¿Debo aceptarlo sin más, conformarme? ¡Para nada! Si respondes con sinceridad a la pregunta de quién eres (que incluye cómo es tu vida) hoy, y descubres que hay cuestiones que aspiras transformar, enhorabuena.

 

Está de moda decir que debemos aceptarnos tal y como somos, no como primer paso en un camino hacia el amor propio, que pasa por admitir nuestra imperfección, sino como una manera de mantenernos en ella. En nombre de esa total aceptación se justifican malos hábitos, permanecer en relaciones tóxicas o situaciones que nos hacen daño. Aunque sea porque limitan nuestro crecimiento.

 

Si admitir la imperfección es parte del amor, no hacerlo es un acto contrario al amor.

 

Los únicos que piensan que no necesitan cambiar nada porque ya son perfectos son los narcisistas. El primer paso para poder cambiar algo es aceptarlo, pero aceptando también que podemos -o debemos si realmente nos amamos- mejorar. Esto aplica también en el amor a otros.

 

El mito romántico, que se extiende más allá de la pareja a la amistad, los hijos, el trabajo, el mundo, impone que debemos amarlos tal y como son, lo cual en cierta forma niega una de las esencias del amor: ayudar al otro a vivir conforme una versión más elevada de sí mismo, no desde la exigencia sino sirviendo como apoyo e inspiración para su crecimiento personal.

 

mejor version

Amarnos es inspirarnos a ser nuestra mejor versión.

Con los hijos se entiende perfecto. Los que somos padres adoramos a nuestras criaturas, afirmamos que son lo mejor que nos ha pasado en la vida, los conocemos, en ciertas cuestiones, mejor que ellos mismos. Reconocemos sus talentos y virtudes. Somos capaces de ver en ellos un gran potencial y parte de nuestra tarea como papás la constituye precisamente el ayudarles a actualizarlo. Del mismo modo, reconocemos sus limitaciones y defectos. Tenemos el deber de ayudarles a aceptarlos, superarlos y moldear su carácter para que se conviertan en personas virtuosas. Deseamos verlos felices obvio, pero también anhelamos ver que hacen buen uso de todos sus recursos, que construyen la mejor vida posible para ellos contribuyendo a crear un mundo mejor. O al menos no dañan a nadie.

 

Alain de Botton explica muy bien por qué deberíamos ver a quienes amamos como si fueran nuestros hijos y la importancia de enseñar (y dejarnos enseñar) en nuestras relaciones. Esto mismo aplícatelo a ti.

 

No te compares con alguien que no eres, aunque ese alguien seas tú mismo.

 

Visualiza tu mejor versión, esfuérzate por alcanzarla, pero no te compares con ella.

 

Gran parte de mi trabajo consiste en ayudar a mis clientes a imaginar con claridad cuál es su mejor versión. Esta versión no es una ficción, quiero decir no puede ser algo completamente inventado. Por eso, es importante contar con la ayuda de alguien objetivo e imparcial para definirla. Ya sea un amigo en quien confíes mucho, que haya trabajado conscientemente en su desarrollo personal y consideres que ha superado obstáculos parecidos a los que enfrentas o logrado objetivos similares a los que anhelas, dispuesto a acompañarte en tu propio proceso, o bien un profesional. También puedes apoyarte en mi libro El Viaje Hacia El Súper-Yo que puedes consultar en este link.

 

¿Cuál es tu mejor versión? Aquella que se centra en tu esencia para que seas quien realmente has venido a ser a este mundo.

 

deja de compararte

Tener una visión centrada en ser tu mejor versión da sentido a tu vida. ¿Tienes un mejor plan?

 

Es importante observar que ésta consiste en un ideal que, como cualquier otro, es inalcanzable. Por tanto, no te compares con él. No se trata de machacarte si no lo consigues, el objetivo no es ese. El propósito de la utopía es tener un horizonte hacia el cual avanzar. Se trata de pensar qué podrías mejorar de forma que tus acciones impacten positivamente la vida de los demás y forjen una vida mejor para ti. ¿Qué acciones concretas te harían mejor persona, amigo, pareja, hijo, padre? ¿A qué podrías o deberías dedicar tu tiempo para sentir que tu vida tiene un propósito bueno que le da sentido?

 

Sabes que vas por buen camino cuando te despiertas con energía y aquello a que dedicas la mayor parte de tu día te hace ilusión.

 

¿Quiere esto decir que tu plan de acción será infalible y conseguirás todo lo que deseas? No. Quien diga lo contrario te está vendiendo humo. Los planes rara vez salen exactamente como preveíamos. Siempre descubrimos que nos faltaba información, que la realidad es distinta de nuestras proyecciones, cometemos errores, suceden acontecimientos inesperados. Sencillamente hay demasiadas cosas que no dependen de nosotros.

 

Tal vez, te preguntes cuál es el punto de esforzarte en algo imposible de alcanzar. Si me conoces o me sigues hace tiempo seguramente ves venir la respuesta: porque lo importante es el proceso. La meta ayuda a fijar un rumbo, lo que te permite saber dónde estás y hacia dónde vas (una sensación opuesta a la de sentirte perdido).

 

El camino se hace al andar y en ese andar, si has formulado bien tus objetivos, te irás convirtiendo en una mejor -y más feliz- persona. ¿Tienes un plan mejor?

 

Imagina que el mundo es un cielo donde tú eres una estrella. Cada persona lo es. Tener un cielo estrellado que nos alumbre a todos requiere que cada uno encienda su luz. Es la única forma que se me ocurre de que juntos venzamos a la oscuridad. Para encender la tuya necesitas darte permiso de brillar, atreverte a vivir desde la autenticidad y entregar a otros tu don. Créeme tienes uno.

 

Deja de compararte, eres único.

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