
¿En qué se parecen la confianza y el miedo? Piénsalo un momento a ver si adivinas…
Confianza y miedo se parecen en que: ambos requieren creer en algo que no sabemos con certeza que existe o va a suceder. Darnos cuenta que son dos lados de una misma moneda resulta liberador. Aprendemos a ver en el miedo una oportunidad para confiar. El resultado, por muchos cálculos que hagamos, siempre será incierto. No podemos saber si algo o alguien es confiable hasta que nos atrevemos a creer y lo comprobamos. Lo que con seguridad ocurrirá si confiamos, es que creceremos.
Confianza y Miedo son dos actitudes que podemos tomar ante lo desconocido. La elección es nuestra.
El miedo es, por definición, una sensación de angustia cuando nos encontramos ante un peligro real o imaginario. En sí mismo no es un sentimiento malo, de hecho puede ser un gran aliado. Es la forma en que biológicamente estamos programados para sobrevivir, puesto que nos alerta de una posible amenaza. No escuchar nuestra intuición cuando sentimos miedo puede llevarnos a sufrir graves daños y, en casos extremos, a la muerte. Por eso es importante no bloquear esta emoción. Sin embargo, la mayor parte de las veces, lo que nos asusta son escenarios ficticios.
Incluso si el peligro existe, miedo es lo que sentimos antes de que el mal que podría suceder de hecho sucede. Suponiendo que aquello que temíamos ocurre, lo que sentimos después es dolor, tristeza, ira, vergüenza, culpa, decepción, desesperanza, alivio o cualquier otra emoción, pero deja de ser miedo.
Como toda emoción, sentir temor nos da información para que podamos actuar. En el caso del miedo, ocurre que estamos diseñados para reaccionar automáticamente de 3 formas: huir, pelear o paralizarnos. Esto, que resultaba muy útil en tiempos en los que cazábamos para comer, ahora puede ser un problema cuando nos lleva a actuar por impulso, en lugar de prudencia. Cuando esas respuestas nos alejan de lo que deseamos conseguir, lejos de salvarnos nos perjudican.
Salvo excepciones, lo conveniente es hacer una pausa, aunque sea un instante, para tomar consciencia de la situación y elegir cómo queremos responder.
Sentimos miedo cuando enfrentamos la incertidumbre desde una perspectiva negativa.
Por eso, es importante pausar y reflexionar sobre cuál es la historia que nos estamos contando. Como seres humanos que somos, interpretamos la realidad construyendo una narrativa que la explique. En ese sentido, nuestras historias tienen poder de construir y transformar realidades. Es lo que se conoce como poder ontológico del lenguaje, uno de los pilares del Coaching.
Una vez que somos conscientes del relato que estamos empleando para describir la situación, podemos cuestionar sus fundamentos. Nos damos cuenta si el sentimiento tiene relación con una amenaza real, o se trata de una fantasía. Tratándose del primer escenario, evidentemente hay que tomar una decisión sobre cómo conviene actuar. Si el peligro es inminente, además habrá que hacerlo rápido. En cambio, cuando el miedo es por cosas que imaginamos, necesitamos reunir el coraje suficiente para mirarlo de frente y analizar, con curiosidad, por qué lo estamos experimentando. El miedo esconde falta de confianza.
Valor no es ausencia de miedo, sino capacidad para actuar precisamente ahí dónde lo sentimos.
Para ser valientes hace falta sentir miedo. Los héroes no son aquellos que no sienten miedo, esos son los temerarios que tienden más a causar problemas que a resolverlos. Los verdaderos héroes son quienes reconocen el peligro y deciden enfrentarlo, los que sienten miedo y actúan a pesar de él.
Confianza es lo que nos permite mantener una actitud abierta ante lo desconocido.
Al igual que el miedo, confianza es lo que sentimos antes de que suceda algo. Es la esperanza de que algo ocurra o alguien se comporte como prevemos. Si ya tengo pruebas suficientes de que aquello que supongo o deseo que pase, va a ocurrir o ya se ha manifestado, no me hace falta confiar. Ante esa evidencia puedo emitir todo tipo de juicios, buenos o malos, pero no me hará falta la fe.
Confiar no implica que no se tiene miedo. Confiar implica que no se tiene certeza.
Como puedes ver, la confianza es una actitud ante la incertidumbre. La historia que nos contamos cuando confiamos en alguien o en algo nos empodera, pues nos motiva a creer que lo que deseamos es posible.
Conviene revisar también el relato a partir del cual construimos confianza, asegurándonos de hacerlo cuando los hechos (o nuestra intuición) sugieran que podemos. Hay que saber calcular riesgos y correrlos cuando merece la pena.
Aprender a confiar es algo que se puede entrenar y resulta indispensable para avanzar en la vida.
Piensa en algo que te preocupa. ¿Cuál es la historia que te estás contando? ¿Cuál te gustaría contar? Si puedes escríbelas y compara. ¿Qué te hace falta para confiar? ¿Qué harías si no tuvieras miedo?