
En las últimas semanas he hablado con varias personas, clientes y amigos, con quienes he comentado ampliamente la situación actual. Cuando les pregunto por sus planes futuros, un número alarmante de ellos me ha respondido: sobrevivir.
Vive no sobrevivas.
Les digo que eso no me vale. Cuesta más trabajo no sobrevivir que hacerlo. Sobrevivir -incluso en circunstancias adversas-, en el mundo occidental, teniendo salud, familia y amigos, requiere un mínimo esfuerzo. Vivir ya es otra cosa. Vencer nuestros demonios para vivir plenamente otra.

Vive, no sobrevivas.
Soy consciente que, en los tiempos que corren, hablar de vivir con pasión es un tema delicado. Muchas gente está, efectivamente, luchando por sobrevivir. Nueve meses después, los contagios por Covid-19 siguen al alza. Los hospitales en muchos países han vuelto a saturarse, dejando a pacientes de ésta y otras enfermedades sin oportunidad de recibir la atención y tratamiento adecuados.
Varios esperan la vacuna como si se tratase de una máquina del tiempo, que además de -ojalá- protegernos frente a este coronavirus, nos devolverá, según su wishful thinking, a como estábamos antes. Estas personas no se han enterado, o no se han querido enterar, de que ninguna vacuna tiene ese poder. No hay Pfizer, Oxford, ni ciencia, al menos hasta ahora, que nos permita borrar el pasado.
No hay vacuna contra los problemas.
Por supuesto, debemos continuar cuidándonos. Todos queremos sobrevivir y deseamos que nuestros seres queridos también lo hagan. Conseguirlo es tarea de todos.
De hecho, uno de los problemas pre-pandemia era la falta de satisfacción en las relaciones personales. Esto (que da para un tema aparte) se debe en gran medida a que no sabemos amar bien. Creemos que sí y echamos fácilmente la culpa a los otros: pareja, ex, padres, hijos, suegros, jefes, colegas, amigos… creyendo que cambiando de pareja o procurando cambiar al otro se solucionará todo. Tarde o temprano nos damos cuenta que no es así y tenemos dos opciones: romper la relación (lo que la mayoría hace) o aceptar que existe un problema para solucionarlo.
La solución a estas situaciones pasa por tener en cuenta además de las nuestras, las necesidades e intereses del otro. No podemos amar a otros sin amarnos a nosotros mismos. Nadie puede dar lo que no tiene. Ahora tenemos una gran oportunidad de aprender a amar mejor, porque amar es también cuidar. Cuido de mí porque quiero estar bien para ti, quiero poder darte lo mejor de mí. Cuidar de mí es cuidar de ti. Cuidarme es también cuidarte.

Apunta alto para vivir con pasión la mejor vida posible.
Dicen que si apuntas a la Luna y fallas, al menos caerás entre las estrellas. Cuídate, no para meramente sobrevivir. Cuídate para vivir con mayor entusiasmo que antes.
Vive, no sobrevivas.
Sobrevivir es meramente existir, para dejar de hacerlo hay que echarle ganas.
Cuesta más trabajo que recuperar las ganas de VIVIR en mayúsculas, y la recompensa no tiene comparación. Vive, no sobrevivas. Para eso lo primero que necesitas responder es: ¿qué significa para ti vivir? En serio. Ya sé que parece muy obvio, pero tómate 5 minutos para escribir en un papel todo lo que te venga a la mente. Piensa en aquello que hace que la vida valga realmente la pena: lo que más valoras, disfrutas, amas. Escríbelo todo sin detenerte a juzgar o pensar en lo que escribes. Te recomiendo guardar esa lista y revisarla cada vez que te encuentres de bajón.
¿Sobrevivir a cualquier precio?
Revisa tu lista y reflexiona si sigues creyendo que lo mejor que puedes esperar es sólo sobrevivir.
Imagínate que pudieras seguir existiendo, pero sin ninguna de las cosas que hacen que para ti valga la pena la vida. Sabes que me gusta jugar a imaginar y ponerte a visualizar distintos escenarios para ayudarte a conectar con tu esencia. De modo que, ahora te pido que visualices cómo sería tu vida si renunciaras a compartirla con las personas que la hacen feliz, a trabajar en algo que te enriquezca no sólo el bolsillo, si dejaras de lado todo lo que te proporciona placer porque esa es la única forma de seguir viviendo. Supón que no se trata de renunciar a ello unos meses, sino que en verdad se tratara de una renuncia definitiva o al menos tuvieras que vivir sin eso los próximos 10 años.

¿A cuánto estás dispuesto a renunciar por sobrevivir?
No sé cuántos años tienes ni en que punto del camino te encuentras, pero trata de pensar cómo te vas a ver en 10 años. Fantasea un rato como cuando eras pequeño a ser como te gustaría y crea en tu mente una imagen con la mayor cantidad de detalles posible. Cuántos años tendrás dentro de diez, cómo quisieras verte y sentirte entonces, dónde te gustaría estar, con quién, a qué deseas dedicar tu tiempo, cómo quieres ganarte la vida y por qué quisieras ser recordado.
¿Qué necesitas cambiar ahora para que dentro de 10 años estés como, donde y con quien anhelas?
En una escala del 0 al 100, ¿cuánta ilusión te hace pensar en tu vida en 3, 5 o 10 años? Cualquier cifra por debajo de 80 es chungo e indica que necesitas revisar tus proyectos, relaciones y prioridades. Recuerda pensar siempre que lo mejor está por llegar, sin dejar de agradecer lo que hoy tienes.
Vive con ilusión haciendo cada cosa que hagas con pasión y haz que sobrevivir valga la pena. Literalmente todas las penas de este 2020 que pronto llega a su fin.
Excelente artículo , reflexiones , ejercicio ! Aportas mucho ! Gracias ?
¡A ti! Me alegra que te aporte algo. Un abrazo