Inteligencia EmocionalNoticias

Septiembre Es Bipolar

By 26 septiembre, 2019 4 Comments

Septiembre Es Bipolar

Septiembre es bipolar

Si febrero es loco y marzo otro poco, septiembre es bipolar.

 

Es un mes de finales y comienzos. De cierre de ciclos. De vendimias y cosechas. Para muchos de nosotros, sobre todo, los que somos padres, es el verdadero comienzo del año. Empieza uno nuevo junto con el curso escolar. En enero sembramos propósitos, en septiembre sabemos si han dado – o cabe esperar que den- frutos.

 

¡Se acabaron las vacaciones largas! Pero iniciamos, si las aprovechamos bien, un nuevo ciclo con energía renovada.

 

Septiembre es bipolar porque es mes de fuertes contrastes.

 

No sólo es el cambio que de por sí significa sustituir los días de relax o aventura, por trabajo y cotidianidad. En Europa, y muchos afortunados, disfrutamos de varias semanas seguidas de vacaciones. Da tiempo a coger nuevos hábitos que deberemos más tarde desaprender para volver a lo anterior. Y cuesta. El contraste entre una y otra rutina suele ser enorme.

 

Para mí es un mes particularmente intenso. En septiembre nacieron y cumplen años varias de las personas que más quiero. Y con 6 días y 10 años de diferencia murieron dos de mis grandes amores.

 

Mi abuelo se quitó la vida -y mi corazón se derrumbó-, unos días después que lo hicieran las Torres Gemelas. Mi papá (su yerno) lloró conmigo y me dijo: Bienvenida al club de los tristes para siempre. 

 

Evidentemente, no se refería a que estaría triste siempre. Fue mi primera pérdida importante y esa su forma de advertirme del agujero.

 

El agujero.

 

Tras sufrir una pérdida grande decimos que, donde hubo una herida hoy tenemos una cicatriz. Cuando perdemos personas a quienes alguna vez amamos, lo que queda es un agujero. Y no hay forma humana de cerrarlo.

 

Esto lo cuenta muy bonito en un artículo Rosa Montero. También en La Peor Parte, su último libro,  Fernando Savater. Además de dos clásicos fundamentales cuando hablamos de duelos (y buena literatura): A Grief Observed de C.S. Lweis y The Year of Magical Thinking de Joan Didion.

 

Diez años después, el agujero se hizo cráter cuando el alma de mi padre voló, mientras su cuerpo se quedaba quieto en mis brazos. Una suerte que así fuera. Pude cumplirle esa difícil promesa. Él me cumplió otra: me quedé con su anillo de graduación, lo único que llevó siempre consigo.

 

El camino de regreso.

 

Así que estos días los paso con agujeros que vuelven a su tamaño original, para que quepan recuerdos y dolores que cada año encuentran el camino de regreso. Pero, como septiembre es bipolar, este mes también voy de festejo en festejo celebrando lo que más quiero.

 

Incluido México, porque el verano suelo pasarlo ahí. La vuelta a Madrid siempre se hace dura, así que supongo que celebrar a mi país dando el Grito es una manera de sentir que no me fui tan lejos. Aunque en el fondo sé que sí.

 

A la alegría de los días vividos con nuestros seres queridos y la pena de saber cuánto los vamos a echar de menos, mis hijas y yo este año sumamos el shock de volver a casa para descubrir que habían entrado a robar.

 

La mexicana en mí -que concibe la inseguridad ahí porque está en su adn, jamás en Madrid- pensó que había temblado. Recuerden, hablamos de septiembre que es bipolar y su ánimo retumba. (Hace dos años mi vuelta coincidía precisamente con el temblor. Escribí sobre ello.) Tardé varios segundos en captar que nos habían robado.

 

El anillo.

 

Vinieron a casa la policía y el CSI español. Todo como una película (incluidos policías increíblemente profesionales e impresionantemente guapos; lo siento tengo que comentar al respecto porque el contraste con lo que podría ser esta escena en México también me pareció gigantezco) en la que estábamos a salvo porque éramos simples espectadores.

 

La realidad, con su manía de imponerse, nos mandó a dormir al salón unos días mientras restauraba el orden en casa. Se llevaron todo lo que tenía algún valor y lo que más me dolió en esos momentos fue perder el anillo de mi papá. «Ese no, Dios, por favor, ese no», repetí como mantra unos días para poder dormir. Invocaba la protección de mi papá a través de un anillo que no estaba y, que yo sentía, era lo único que me quedaba de él.

 

La revelación.

 

Entonces, algo pasó. Sin más, me vino una calma grande. Sorpresivamente grande dadas las circunstancias. (Créanme, he omitido la peor parte.) Sentí y supe con certeza que en realidad no había perdido absolutamente nada.

 

Yo sé que, intelectualmente todos sabemos que lo importante es estar vivo. Cuando nos cuentan este tipo de cosas decimos otras cómo: «lo importante es que tú y tus hijos están bien», «el dinero va y viene», «las cosas son sólo cosas». Vale, pero, una cosa es pensarlo y otra sentirlo después que te toca.

 

Me di cuenta que lo que en verdad importa NADIE NUNCA TE LO PUEDE QUITAR. Da igual de lo que se trate. Todo lo que cuenta está dentro de ti. Lo demás no es tuyo. Nunca lo fue.

 

Podían llevarse el anillo de mi padre, pero no a mi padre. Aunque hace 8 años que se fue. Ni todos los recuerdos que guardo de él. Con él.

 

Limpieza y desapego.

 

Hice una limpia brutal, quería lavarle a mi hogar el ultraje sufrido. Borrar las huellas de gente que irrumpió en nuestro santuario, merodeando a su antojo, horas o días por todos sus recovecos. No podía parar de limpiar y acomodar de manera compulsiva. Conforme iba ordenando caía en otras faltas y también aparecían cosas que había olvidado ya. Me deshice de todo lo que pensé que realmente no hubiera echado de menos.

 

¡Y apareció el anillo de mi papá!

 

¿Septiembre es bipolar?

 

Que apareciera el anillo obviamente no me devuelve a mi cómplice y resguardo. Tampoco hace que lo extrañe menos. Si algo, me hizo registrar que el agujero es mucho más grande de lo que, con el tiempo pienso.

 

También entendí que para dejar entrar nuevos recuerdos, aunque estos sean de conversaciones y planes surgidos en mi imaginación o en otra dimensión (sueños o meditaciones profundas), y quepa su protección: el agujero tiene que hacerse, de vez en cuando, más grande.

 

Septiembre es bipolar, o no. Quizá es como la mayoría de nosotros, con días buenos y días malos. Como la vida con sus altas y sus bajas; y este mes, con sus hojas cayendo, es Su forma de recordárnoslo.

Join the discussion 4 Comments

Leave a Reply

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.