
Nadal es el mejor ejemplo para niños y adolescentes. Intento pensar en otro mejor y, en verdad, no se me ocurre nadie. Desde luego, Rafa no es el único modelo de buenos valores, pero sin duda es el mejor.
Hace tiempo no escribía por aquí. En gran parte porque he estado hasta arriba de trabajo y ocupada en otros proyectos. También porque necesitaba hacer una pausa y reflexionar en los siguientes pasos y lo que quiero que ocurra a partir de ahora con Know-Coach. Sin embargo, leyendo las recientes declaraciones de Iván Ferreiro diciendo que Nadal es un ejemplo de mierda para los niños, sentí que necesitaba escribir al respecto.
¿Quién es Iván Ferreiro? Exacto. Lo mismo nos preguntamos casi todos y tuvimos que indagar pues, a diferencia de Nadal, ha hecho poco y su influencia, fuera de un pequeño círculo, es escasa. Retrata, con esa declaración, a la perfección el otro lado de la moneda, los anti-valores que tristemente son cada vez más comunes: envidia, resentimiento y delirio de grandeza.
Nadal es el mejor ejemplo para niños y adolescentes en la época de TikTok.
Creo que Nadal es el mejor ejemplo para niños y adolescentes, pero también para todos sin importar la edad, pues a diferencia de los ídolos de barro creados por las redes sociales, él es una persona sólida. No nos engañemos, los niños no son los únicos afectados. Muchos adultos han sucumbido ante la actual crisis de valores. No es que no se tengan, los valores siempre están presentes, lo que hay que analizar es qué es lo que estamos valorando como sociedad.
Hay una razón por la cual existen tantos influencers. Las redes sociales han abierto, para bien y para mal, las puertas para que cualquiera pueda hacerse famoso. Antes hacía falta tener un talento especial, contactos, suerte para que alguien se fijara en ti y te diera una oportunidad. Se requería hacer algo de valor, enviarlo y que lo consideraran suficientemente bueno como para publicarlo, convertirlo en película o serie, hacer una exposición. Un aspirante a actor o presentador debía pasar por cientos de castings, ¡o cuando menos hacer uno!, antes de ponerse frente a una cámara.

El deseo aberrante de fama nos condena como sociedad.
Todo lo anterior ha desaparecido. Al quitar la barrera, se han quitado los filtros y cambiado por otros que ya no buscan crear la magia del cine, sino alterar la realidad y con ella nuestros valores. Nos hacemos gaslighting a nosotros mismos y vivimos en una disonancia cognitiva permanente. Lo cual es muy grave porque hemos perdido por completo el sentido de la realidad.
Quitamos los filtros que, con sus errores y muchas veces prejuicios, separaban no sólo el verdadero talento, también a los valientes, perseverantes, trabajadores, profesionales, gente con tolerancia a la frustración, capaz de enfrentar el miedo al rechazo y reponerse para volver a intentarlo.
Parafraseando a Irene Vallejo, nos hemos vuelto incapaces de amar al prójimo como a nosotros mismos, porque nos amamos a nosotros mismos como si fuéramos otro, ese avatar de las redes sociales que nos hemos creado.
¿Cuáles son los valores por los que Nadal es el mejor ejemplo para niños y adolescentes?
Contrario a la cultura de la exposición constante, de la revelación de intimidades para ganar seguidores, del bombardeo de selfies y mensajes sin fondo para «crear contenido» y acumular likes, Rafa Nadal es introvertido, discreto, sencillo, profundo y auténtico.
Detrás de uno de los mejores deportistas de todos los tiempos, hay una persona real que está donde está porque tiene un talento especial y, sobre todo, porque se esfuerza cada día en superarse. Si en algo da ejemplo es, no sólo en su deportividad a la hora de competir, ganando con generosidad y perdiendo con humildad. Su mayor enseñanza es la confianza en sí mismo, la capacidad que tiene para convertir cada revés en una oportunidad de autosuperación, la disciplina con la que sigue entrenando y trabajando como si aún no hubiera ganado nada, su juego limpio, honesto, respetando al rival.

La ética de Nadal es el antídoto para la actual crisis de valores.
Da igual que juegue contra Federer, Djokovic o Alcaraz, Nadal a quien quiere vencer por encima de todo es a Nadal. Lo que vemos en sus partidos es la encarnación de la máxima: la competencia es larga pero al final sólo compites contra ti mismo.
Nunca se escucha a Rafa comparándose con otros jugadores. Reconoce los puntos fuertes de sus rivales, incluso lo celebra aquello en lo que son mejores que él, pues disfruta de lo bueno y ve en ello pistas para mejorar. Admite sus debilidades procurando desarrollar estrategias para mitigarlas. El foco lo pone en potenciar sus fortalezas (es casi invencible en arcilla). Hace justo lo que todos deberíamos hacer.
Los ataques a Nadal son un retrato de los antivalores actuales.
La justificación que dio Iván Ferreiro para atacar a Nadal, es que el hecho de no darse por vencido y continuar luchando para seguir con su carrera deportiva, a pesar de sus conocidas lesiones, atentan contra los derechos de los trabajadores. El comentario literal fue el siguiente: «Hemos tardado muchos años en conseguir que cuando nos encontremos mal no tengamos que ir a trabajar para que este millonario, por tener una medalla, nos diga que fue con el pie roto. Pero desgraciadamente todo el deporte da un ejemplo de mierda».
Transpira envidia por todos los lados. Envidia e ignorancia. Claramente este tipo no tiene idea de lo que implica ser un deportista de élite. No hace falta ser uno para saber que, los grandes del deporte compiten con lesiones y aprenden a convivir con el dolor. Es parte de su trabajo y la razón -además de la genética privilegiada y el talento- por la cual no cualquiera de nosotros es capaz de ser un atleta de alto rendimiento. Eso tiene además un coste que pocos, aún teniendo las condiciones para llegar ahí, están dispuesto a pagar. Almudena Cid habló recientemente de esto con Ángel Martín en el podcast de Por Si Las Voces Vuelven (pincha para escuchar).

Creer que el único estilo de vida que merece la pena es aquel inalcanzable para la mayoría, perpetua el sistema que nos machaca.
Y aquí es donde entra la envidia. Se nos ha hecho creer que todos podemos ser cualquier cosa que nos propongamos y merecemos tener todo. Y eso para muchos implica creer que todos podemos ser Rafa Nadal o Serena Williams. Que cualquiera debería ser tan exitoso como Steve Jobs o Meryl Streep y que somos igual de guapos (y si no para eso están los filtros, dietas absurdas y el cuchillo) como Gisele Búndchen o Brad Pitt. Volvemos a la disonancia cognitiva: como esto choca con la realidad pues es MENTIRA, ideamos justificaciones sobre por qué nosotros no hemos alcanzado ese nivel de fama, riqueza y éxito.
Como asumir la verdad requiere un valor y autoestima que pocos poseen, la mayoría tira los balones fuera. La culpa no es nuestra, evidentemente, nosotros tenemos todo el potencial para ser Mark Zuckerberg o J.K. Rowling. Si aún no somos ricos y famosos es porque vivimos en el país equivocado, crecimos sin grandes oportunidades, no tenemos contactos suficientes. La culpa de nuestra falta de grandeza es del gobierno, nuestros padres, pareja, ex pareja, hijos, el amigo de la secundaria que nos molestaba en recreo, el jefe que hace 10 años nos hizo mobbing, la gente incapaz de valorar el verdadero talento. O recurrimos al otro recurso que es más ruin, aunque convenientemente nos deja intactos: desacreditar al otro.
Nadal es el mejor ejemplo para niños y adolescentes… y a los adultos nos urge aprender de él.
Mucho se habla de lo grave que es que nuestros niños estén creciendo hiperconectados, los peligros de internet para su integridad física, mental y emocional, y los malos ejemplos a los que se ven expuestos. Todo esto es cierto. Lo que necesitamos ver es qué parte jugamos nosotros como padres, adultos y sociedad y el ejemplo que damos.
Los niños están enganchados al móvil y a las redes sociales, porque en muchos casos no tienen otras opciones para sentirse conectados y divertirse. Si cuentan con la presencia real de sus padres, y con ello me refiero a una atención plena y escucha activa, verán como disminuye el tiempo que pasan con otros aparatos. Si le das a elegir a un niño entre un plan que le entusiasme (a él o ella) contigo o con sus amigos y quedarse enchufado a una pantalla, 9 de cada 10 veces va a preferir hacer algo que le refuerce el sentido de pertenencia, le ayude a sentirse querido y permita explorar sus pasiones. Esto es lo que van buscando en la red.

Es imposible amarte cuando pasas más tiempo creando un personaje que conociéndote.
El problema es que como adultos no estamos siendo capaces de ofrecerles ese sentido de pertenencia y amor a nuestros niños, porque somos los primeros que estamos hiperconectados y buscando formas de validación externas.
Podemos aprender mucho de Nadal. Siempre ha declarado que más que ser el mejor tenista le preocupa ser mejor persona. En una cultura en la que la mayoría crea un personaje y termina confundiendo el avatar con que interactúa en redes sociales donde la mitad de lo que se publica es falso o con intención de buscar aprobación externa, Nadal recuerda la importancia de ser auténtico. Verlo en acción es aprender la importancia de: tener una identidad propia, ser autosuficiente, gestionar nuestras emociones para mantener el equilibrio y estabilidad, el respeto a uno mismo y la integridad personal.
Si la vida antes era un teatro, ahora es un circo.
William Shakespeare decía que el mundo entero es un teatro. Si viviera hoy, seguramente escribiría que es un circo. El buen teatro tiene profundidad, el circo, hasta el mejor de los casos, es puro entretenimiento: cuanto más increíble (en el sentido literal de poco creíble), grotesco, absurdo y lleno de efectos especiales, trucos e ilusiones más grandioso es. Todo eso que está fenomenal para hacer del circo una experiencia divertida, memorable o -en mi caso que nunca me ha gustado- aterradora, llevado a la vida real es una tragedia. Peor, una tragedia cutre, lo más alejada de las de Shakespeare. 🙁
La mayoría se encuentran atrapados en un bucle de validación constante del exterior, que al final es como un circo continuo en el que hasta hace poco se presumían los mejores momentos. Ahora se ha vuelto peor, pues la moda es «mostrarse vulnerable» y no hay nada menos vulnerable que serlo con la intención de manipular. Vivimos en una montaña rusa donde lo que cuenta es el siguiente chute, buscar la próxima experiencia, viaje, restaurante, salida, compra, pareja, amigos, medalla, logro. Todo lo que nos recuerde que estamos vivos y salve de la soledad. ¿No te parece súper triste que necesitemos todo eso para sentirnos vivos?

Los que viven fuera del circo recuerdan al resto que son unos payasos y éstos no lo perdonan.
En ese contexto las personas auténticas como Nadal representan un peligro. Alguien con capacidad para pensar por sí mismo, que se mueve por ideales, capaz de decidir qué le hace feliz y que se centra en trabajar esforzándose cada día un poco más para alcanzar sus objetivos, aunque le cueste años llegar a la meta. No busca ser el centro de atención, lo es cuando está en la cancha por su carácter y talento, no por ser guapo, un corte de pelo, la ropa que lleva o lo que tiene. Una persona que se autorregula, no cede a sus impulsos, tiene el carácter y valor suficientes para hacer lo correcto aunque eso implique tomar el camino difícil, es paciente y procura el bien de otros tanto como el propio, destaca las miserias de todos los que no actúan así.
No todos podemos ganar un Grand Slam, pero cualquiera de nosotros puede ser una buena persona. No todos tenemos las mismas oportunidades, pero todos podemos sacar el mayor provecho de las que sí tenemos. Vivir en una mansión no está al alcance de casi nadie, pero tomar la decisión de dejar el circo lo puede hacer cualquiera. No todos podemos ser famosos, pero todos podemos encontrar el sentido de nuestra vida y cambiar la validación externa por la interna. Eso es lo que nos recuerda Rafael Nadal y esa es la razón porque la gente que no soporta que otros sean mejores le ataca.
(Si te ha gustado por favor comparte y puede que también te interese leer más sobre por qué Nadal es el mejor ejemplo para niños y adolescentes y qué puedes aprender de él en cuanto talento, vulnerabilidad y fuerza: aquí.)