
Si quieres más seguridad, entrena tu confianza. En este artículo te diré cuáles son los 4 elementos clave que constituyen la confianza y cómo puedes entrenarlos. Serás capaz de conseguir lo que deseas.
Detrás de un logro suele haber confianza. Lo vemos, por ejemplo, en los grandes empresarios, activistas políticos, artistas, deportistas de élite, amigos que parecen tenerlo todo. También lo vemos en las relaciones que nos hacen desear tener una así, sea de pareja, padres e hijos, familiares, sociales o laborales. Todos ellos se distinguen por poseer una confianza que parece envidiable.
Cuando vemos a la gente que tiene mucho éxito, en cualquier ámbito, generalmente estamos ante una persona segura de sí misma. Esa seguridad desde fuera nos parece natural, algo con lo que algunos afortunados nacieron y otros poco favorecidos carecen de ello. Lo cierto es que, aunque una buena parte depende de nuestro carácter, educación y experiencia, no se trata de algo estático.
Quien tiene confianza la puede perder si no se entrena, y quien no la posee la puede obtener o fortalecer con el entrenamiento adecuado.
No todos nos sentimos seguros en todos los ámbitos de la vida. Alguien puede tener mucha confianza en su capacidad profesional y en cambio poca en sus relaciones personales, o viceversa. También existen personas muy exitosas que sufren del llamado síndrome del impostor, donde no terminan de sentirse seguros por mucho que acumulen triunfos.
Lo importante es gozar de una sana confianza en nosotros mismos para atrevernos a ir por lo que queremos. Si notamos que nos falta seguridad, conviene admitirlo con humildad y, en vez de tirar la toalla, entrenarnos para fortalecer nuestra confianza.
Para avanzar hay que salir de la zona de confort y eso requiere confianza.
Todo lo que nos ayuda a crecer y estar bien requiere confianza. Si estás feliz con tu situación actual, necesitas confiar en que las cosas seguirán como están. Al menos durante un plazo razonable, pues sabemos que el cambio es, además de inevitable, bueno, significa que estamos evolucionando. Confiar en que todo evolucionará para mejorar da calma para disfrutar el presente. Te permite enfocarte en lo que ahora es importante.
Si por el contrario, necesitas un cambio o éste se produce, aunque no lo desees, tienes que confiar en tu capacidad para generarlo o gestionarlo. Gracias a esa confianza serás tú, no alguien más o tus circunstancias, quien tome las decisiones para construir lo que viene.
Lo que nos impide disfrutar el presente o tomar las decisiones necesarias para mejorar el futuro, es por lo general el miedo. En un artículo anterior hablamos sobre cómo la confianza y el miedo son dos caras de una misma moneda, dos actitudes que podemos elegir ante la incertidumbre. También, si no lo has hecho antes, puedes leer aquí 4 estrategias que necesitas aprender para convertir el miedo en tu aliado.
Ahora veremos qué puedes hacer para entrenar tu confianza, elevando la seguridad en ti. Hacerlo te permitirá luchar por lo que deseas conseguir y disfrutar con relaciones más sanas.
¿Cómo se entrena la confianza?
Hay 4 elementos claves que constituyen la confianza:
- Esperanza
- Decisión
- Acción
- Consistencia
La Esperanza se entrena trazando y alcanzando objetivos inteligentes.
Siempre que digo en algún curso o conferencia que la Esperanza se entrena, más de uno salta asombrado a rebatirlo. Esto suele suceder porque se mal entiende lo que significa. Esperanza es un estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.
Para crear ese estado optimista, en el que creemos que aquello que deseamos es posible, necesitamos primero que nada definir qué es lo que deseamos. Debemos ser claros y específicos. El primer paso para alcanzar un sueño es transformarlo en objetivo.
Una vez definido el objetivo, conviene revisar tus expectativas. ¿Es realista aquello que deseas? Un buen objetivo es retador, pero alcanzable. Necesitamos saber que podemos lograrlo para mantener la motivación.
Cuando lo que deseamos está muy por encima de nuestras posibilidades, el empeño en conseguirlo acaba debilitándonos. Por mucho esfuerzo que realicemos se trata de algo fuera de nuestro alcance. Al menos por ahora. Habrá que analizar los recursos que nos faltan, lo que necesitamos conseguir, aprender, realizar, mejorar. En estos casos, lo recomendable es trazarse objetivos más pequeños que nos permitan acercarnos a lo que deseamos. Esos pequeños logros aumentarán tus recursos y posibilidades, pero, sobre todo, aumentará tu esperanza.
La esperanza es clave para sentir que vale la pena el esfuerzo. Si lo que quieres merece la pena, seguramente requiera un esfuerzo considerable. Es imprescindible que creas -en el fondo- que es posible.
La esperanza se entrena trazándote objetivos inteligentes. La confianza aumenta en la medida en que logras tus objetivos.
No eres producto de tus circunstancias, eres producto de tus decisiones.
Uno de los mayores vicios en los que solemos caer, es pensar que actuamos en contra de lo que verdaderamente deseamos porque no tenemos otra opción. La realidad es que siempre tenemos opciones. Como demuestra Viktor Frankl en su magnífico libro “El Hombre En Busca Del Sentido”, no siempre podemos elegir nuestras circunstancias, pero siempre podemos elegir nuestra actitud.
O como dicen por ahí, si no te gusta donde estás muévete, no eres un árbol. 🙂
Preferimos creer que no tenemos opciones y hasta argumentar las razones, antes que admitir nuestra libertad, porque hacerlo implica asumir responsabilidad.
Es imposible sentir seguridad sintiéndote impotente. La indecisión suele ser provocada por falta de confianza en nuestra capacidad para elegir bien. ¿Has notado cómo cuanto más aplazas una decisión más difícil es hacerla?
Si quieres fortalecer tu confianza practica tomar muchas decisiones comprometiéndote con ellas. No te preocupes si cometes errores. Cuantas más decisiones tomes, mayor es la probabilidad de cometer algún error. Esto está bien. Es parte del proceso de aprender, por un lado, a tomar decisiones correctas y, por otro, que de los errores también se aprende.
Definido el objetivo, evalúa tus opciones. Obsérvalo desde distintos puntos de vista para abrir nuevas y decide cómo vas a actuar para conseguirlo. Aumentando tu capacidad de decisión elevas tu nivel de confianza.
Somos lo que hacemos, no lo que pensamos ni lo que sentimos.
Si quieres ir a París, soñar con ello, leer folletos, hacerte con una guía, comprar un mapa, planear el viaje, visualizarte ahí, de poco sirve si no compras el billete y te subes al avión. Lo mismo ocurre con tus objetivos. La confianza requiere acción.
Piensa en la seguridad en ti como un músculo. Si no lo entrenas no sólo no crece, pronto irá perdiendo fuerza y atrofiándose. Como cualquier otro músculo, la confianza necesita acción para fortalecerse y funcionar adecuadamente. Enfrentar retos genera la resistencia necesaria para que saques lo mejor ti. Los obstáculos no son piedras en el camino, son parte de tu camino y lo que te hace crecer.
Actuar para alcanzar tus objetivos es lo que te refuerza la esperanza, al comprobar que lo que deseas lo puedes conseguir. Sientes que está bien desear cosas y continúas trazándote objetivos. Esa es la manera de avanzar en la vida.
Tus hábitos crean tu carácter, tu carácter crea tu destino.
En palabras de Aristóteles: Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, es un hábito no un acto. La confianza requiere constancia.
Siguiendo con la metáfora del músculo, si tu objetivo es tener un cuerpo fuerte y ágil, está claro que hacer ejercicio y cuidar tu alimentación sólo un día, o un mes, es insuficiente. Necesitas crear un hábito que pase a formar parte de tu estilo de vida. Haces deporte y comes sano todos los días porque eso forma parte de quien eres tú.
Con la confianza ocurre lo mismo, para fortalecerla hace falta ser constante. Si te trazas un objetivo cada cinco o diez años, lo más probable es que te cueste mucho trabajo todo el proceso. Si te trazas objetivos continuamente y los dejas a medio camino, además de no conseguir las cosas que deseas, estás lanzando el mensaje de que no eres confiable. El problema no es únicamente que otras personas comenzarán a desconfiar de ti, lo grave es que tú dejarás de creer en ti. Lo mismo ocurre si tardas demasiado en tomar una decisión o cambias seguido de opinión. Esto es fácil de evitar, como todo es cuestión de práctica.
Trázate un objetivo a cumplir dentro de un mes. Practica diario, a primera hora, tomar la decisión de hacer algo que te acerque a ese objetivo. Hazlo. Repite hasta lograrlo. Conviene comenzar por objetivos pequeños y cercanos en el tiempo, si un mes parece demasiado prueba con 15 días. Con la práctica formularás objetivos más ambiciosos a más largo plazo.
Al principio tú formas el hábito, después el hábito te transforma.
Da igual cuanta seguridad en ti tengas ahora, entrena tu confianza siguiendo estas pautas, pronto serás una persona más segura de sí misma, capaz de luchar y alcanzar cualquier cosa que se proponga.
¡A entrenar!