
Deja de preocuparte por opiniones ajenas. Como diría mi abuelo (QEPD): «Si a esa persona no la invitarías a tu casa, no la invites a tu cabeza.»
En nuestra época más que en la suya, o en la mía cuando me dio tremendo consejo, sabemos que uno nunca sigue los consejos, menos de nuestros mayores ?, es muy fácil entrar en cabeza ajena. Las redes sociales dejan abiertas nuestras compuertas, permitiendo que opiniones de perfectos extraños en todos los rincones del mundo, se adueñen del espacio y vivan como ocupas en nuestra mente.

¿Cuánto pesan en tu cabeza las opiniones ajenas?
Está de moda crucificar a la tecnología. Claro, tirando los balones fuera no es necesario hacernos responsables. Y sí, es verdad que las redes son una plataforma soñada para manipuladores, que ahora hasta pueden vivir de ello traficando su influencia. No nos engañemos queridos míos, el problema no radica en las nuevas tecnologías sino en nuestra naturaleza humana, que tiende a dar una importancia desmesurada a lo que otros piensan y hacen.
Tampoco hace falta flagelarnos por ello. Tiene su lógica. El hombre es un animal social, nuestra supervivencia depende en gran medida de los otros. Hasta hace nada (en la línea de tiempo de la Evolución) literalmente la vida de una persona dependía de ser aceptado por el grupo. Estamos diseñados de fábrica para desear pertenecer. Cuando rascamos a la motivación de cualquiera, detrás del deseo de obtener dinero, poder, estatus, trascendencia, calma, amor, o sexo, encontramos que, en el fondo-fondo se esconde el deseo de aprobación. Ello es ni más ni menos una manera de asegurar nuestra pertenencia al grupo cuyo reconocimiento buscamos.
Tu cerebro está programado para sentir el mismo dolor ante un golpe físico que frente al rechazo.
Deja de preocuparte por opiniones ajenas, aunque tu instinto sea el contrario.
Estar condicionado a actuar de cierta manera no significa que no podamos cambiar nuestra manera de actuar. Aunque sea contraintiutivo. Cuando te digo: deja de preocuparte por opiniones ajenas, sé que te pido algo difícil. Si escribo sobre esto hoy, es porque les debía a varios hacerlo. Muchos me han escrito para pedirme consejo en este sentido, porque las opiniones ajenas están teniendo un impacto negativo en su vida, causando sufrimiento y, en situaciones más extremas, impidiéndoles avanzar.
Normalicemos que todos, porque lo llevamos en el ADN, nos preocupamos sobre qué pensarán otros respecto a nosotros.
Y esto no es malo en sí. Si bien ahora no seremos abandonados en la mitad de la nada con la necesidad de cazar un mamut para alimentarnos y la imposibilidad de llevarlo a cabo en solitario, el rechazo tiene consecuencias reales. Vemos todos los días en Twitter y otras plataformas, como una simple opinión expresada en unos cuantos caracteres, puede llevar a recibir agresiones, amenazas, y pérdidas. La cultura de la cancelación provoca que alguien que piense en sentido contrario que la mayoría sea, precisamente, cancelado. Una opinión puede hacer que termines erradicado, borrado del mapa. Como aplicaba uno de mis profesores de Derecho cuando no sabías la lección: que se te declare muerto civil.

Preocuparte por opiniones ajenas está en tu ADN. Normalizarlo te relaja y lo desactiva.
Tu miedo puede ser un buen aliado, cuando conservar tus medios de subsistencia depende de saber cuándo la opinión ajena debe ser tenida en cuenta, modulando tu discurso y acciones en consecuencia. Podríamos decir lo mismo sobre causar a otros un daño innecesario.
Evita la parálisis del análisis, deja de preocuparte por opiniones ajenas.
Si todo funciona bien, antes de actuar tu cuerpo entra en modo reflexivo para tomar consciencia del entorno y tomar la mejor decisión. Una vez hecha esa evaluación, que puede tomar segundos o días dependiendo de la gravedad del asunto y su urgencia, debes entrar en modo acción. El miedo, en este caso a lo que opinen los demás, puede ocasionar un fallo en el sistema incapacitándote para la acción.
Literalmente la zona de tu cerebro que te impulsa a la acción se atrofia y tu respuesta es la parálisis. La zona que se activa cuando eso te ocurre es aún más primitiva que aquella que induce las respuestas de pelear o huir. Cuando por defecto, por ejemplo, por haber crecido en un entorno poco seguro, demasiado exigente, ambivalente, con cuidadores y relaciones de refuerzo intermitente, el mecanismo de defensa que aprendiste a usar (probablemente porque siendo muy pequeño era el único disponible) fue el de congelarte, de mayor respondes de manera automática ante una potencial amenaza paralizándote.

¿Qué partes de ti escondes por miedo al qué dirán?
Sabes que es así cuando tienes interiorizadas creencias del tipo: calladita te ves más bonita; hay que pasar desapercibido; ojos que no ven, corazón que no siente. También si: sientes la obligación de ser amable siempre; sueles poner las necesidades de otros antes que las tuyas; huyes del conflicto y prefieres dar la razón a otros antes que oponerte; ayudas pero no te dejas ayudar; eres muy exigente contigo; detestas no gustarle a alguien y quieres caer bien a todos; encajas muy mal las críticas, y la preocupación sobre qué pensarán otros de ti consume gran parte de tu tiempo y energía.
¿Te ha pasado quedarte paralizado frente algo y más tarde reprocharte por lo absurdo de tu comportamiento?
No te juzgues, no es un comportamiento racional. De hecho si te pidiera que me lo expliques, lo más probable es que no puedas. Esto se debe a que, por un lado, es un mecanismo de defensa inconsciente, se formó en ti mucho antes de que tuvieras capacidad de razonar lógicamente, y por otra parte, a que al activarse esa zona de tu cerebro, se desactiva la que controla el lenguaje. Así que ni tú mismo te entiendes. 🙂
Lo importante es hacerte consciente de que esto te pasa para desactivarlo. ¡Deja de preocuparte por las opiniones ajenas y pasa a la acción!
¿Qué harías si supieras que nadie iba a juzgarte?
Piensa en algo que quieres hacer y no estás haciendo. Pregúntate si el miedo es realmente a correr un riesgo, equivocarte o lo que puedes perder. En la mayoría de los casos, siendo honestos, diríamos que nos gustaría correr más riesgos, que fallar en sí mismo no es nada grave (tenemos ya bastante experiencia en fracasos para saber que siempre nos levantamos y de la mayoría ya ni nos acordamos) y que las pérdidas rara vez son irreparables, por no decir significativas. La verdad es que tienes terror a lo que la gente -o alguien especial- pueda pensar de ti si lo haces. Si este es el caso, deja de preocuparte por opiniones ajenas.
Si hay algo que sabes que debes hacer para conseguir eso que realmente deseas y no lo estás haciendo, ¡cuidado! Es bastante probable que el miedo al qué dirán sea la causa, aunque a veces se esconda tras justificaciones más racionales.
Preocuparte demasiado por gustar, ganar, encajar produce el efecto contrario al que esperas. Lejos de sentirte valorado, aceptado y victorioso, renunciar a partes importantes de ti por pertenecer a un grupo, termina por hacerte sentir perdido, aislado y vacío. Ese mismo deseo es el que lleva a muchas personas a comportamientos violentos en contra de otros o de sí mismos.

¿Qué es lo más ridículo que has hecho por intentar pertenecer a un grupo? ¿Cómo te sentiste luego?
Deja de preocuparte por opiniones ajenas siguiendo estos 5 consejos:
1. Nadie está tan pendiente de ti como crees.
Recuerda que no eres el centro de atención y que los demás están tan ocupados con sus propias vidas que la mayor parte del tiempo (sorry!) pasan de ti. Supera ya ese egocentrismo infantil que te hace creer que todo mundo está vigilando lo que haces y dejas de hacer. Puede ser duro admitir que no somos tan importantes, pero también es bastante liberador. Deja de preocuparte por opiniones ajenas, la mayoría ni siquiera va a molestarse en formar una opinión.
2. No te tomes las cosas de manera personal.
Recuerda que la opinión de otros dice más acerca de ellos que de ti. Las personas forman sus juicios conforme su nivel de consciencia, conocimiento, inteligencia, experiencia, lo cual está influido por su historia personal, cultural y hasta por el estado de ánimo en que se encuentran cuando juzgan algo que haces. Además, lo más probable es que cuando opinen lo hagan un tanto a la ligera, sin darle demasiada importancia ni medir las consecuencias. (Revisa el punto anterior.)
3. Deja de juzgar.
Es difícil creer que el resto del mundo no vive pendiente de lo que haces, criticándote constantemente y hablando de ti con otros, cuando eso es exactamente lo que tú haces. El león cree que todos son de su condición. Bien sea en tu entorno inmediato o con ayuda de las redes sociales, si constantemente cedes al impulso de mirar qué están haciendo otros y juzgar lo que ves, es normal que termines creyendo que eso están haciendo ellos contigo. Eres tú quien les otorga esa importancia.
4. Piensa qué esconde tu miedo al rechazo. ¿Qué partes tuyas crees que necesitas esconder y qué te dices que pasaría si dejas de hacerlo?
Todas las emociones contienen información importante. Son de algún modo un llamado a la acción. Aunque hemos visto que puede ser paralizante, el miedo al qué dirán es también una señal. Seguramente intenta llamar tu atención hacia aspectos que necesitas sanar o aceptar para poder avanzar y llegar a donde quieres.
5. Decide quiénes son realmente importantes y deja que su opinión sí cuente.
Deja de preocuparte por opiniones ajenas es un mal consejo. Después de todo lo que me vienes diciendo, ¿me sales con esto Mariana? ¿Qué te digo? Hacía falta hacer este recorrido. Sin embargo, alguien que no se preocupe en absoluto de las opiniones de los demás, es alguien que no se preocupa en absoluto por los demás, y eso tiene nombre: sociópata.
Ahora sabes que preocuparte por lo que opinan los demás está en tu ADN y aunque puedes entrenarte para no dejar que ello te impida avanzar o cause un sufrimiento innecesario en tu vida, nunca se irá del todo. Como estás leyendo esto asumo que no eres, ni tienes interés en convertirte en sociópata, así que lo anterior es buena noticia. Quiere decir que hay personas que te importan.

Decide quiénes son las personas cuya opinión cuenta y olvídate del resto.
El truco está en decidir quiénes son las personas que realmente cuentan y cuya opinión valoras. Deben caber en un post-it de los pequeñitos.
Asegúrate que se trata de personas que te conocen realmente, que saben por lo que has tenido que atravesar para superarte, con quienes puedes ser tú porque te han visto en las buenas y en las malas y siguen al pie del cañón. Que sean aquellos que comprenden la importancia de tus sueños, te alientan a perseguirlos y no te compran las excusas que pones para dejar de luchar por ellos. Personas con quienes has compartido tus valores, filosofía de vida y estándares de integridad y tienen el coraje de reñirte cuando te alejas de ellos o los comprometes.
El último consejo es el más bonito y más esperanzador. Realmente quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Es esencial saber distinguir los amigos verdaderos de los meros compañeros de vida
Completamente de acuerdo. Hay personas que nos acompañan, gente con quien convivimos, nos divertimos, incluso aprendemos. Unos están por una etapa corta y otros tal vez siempre han estado, pero un amigo de verdad es otra cosa y quien tiene uno sabe a lo que nos referimos 🙂 ¡Gracias Esteban por tu comentario!